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— ¡¿Por qué dije eso?!

Jihee se dejó caer en la banca de metal, Hayoung negó con la cabeza cruzándose de brazos mientras la miraba con una media sonrisa. Habían pasado alrededor de cuatro horas en el centro de Seúl buscando un regalo de Navidad para Na Jaemin.

— Sólo cómprale un juego o algo, a los chicos les gustan cosas muy simples.

— ¡Ese es el problema! Le dije a Jaemin que le daría el mejor regalo del mundo — lloriqueó hundiendo su rostro en la bufanda roja — ¡¿Qué voy a hacer?! Él ya debe de tener expectativas demasiado altas.

— ¿Y desde cuando te importó tanto eso? — la pelinegra levantó su cabeza con rapidez para mirar a su mejor amiga, Hayoung tenía una sonrisa socarrona en su rostro recordándole tanto a su hermano mellizo. Mordió el interior de sus carrillos pensando en algún buen regalo para Na Jaemin.

Había pasado a todas las tiendas posibles en la cuales recurrían más los chicos, había intentado con algo de deportes pero no tenía ni la menor idea de cuál era el deporte favorito de Jaemin, sabía que estaba en el equipo de baloncesto de su hermano, sin embargo también lo había visto jugar fútbol tan apasionadamente como si su vida dependiera de ello. Sabía que Jaemin en las olimpiadas escolares siempre ganaba un buen lugar, a diferencia de ella que quedaba en los últimos, simplemente no podía comprarle toda la tienda de deportes. Había ido a tiendas de videojuegos pero tampoco sabía que clase de consola tenía Jaemin en su casa, la idea la descartó en automático. Fue a tiendas de ropa, pero era muy difícil de elegir, que tal si el tallaje no era el correcto o le compraba algo que no era de su gusto.

— Sigamos caminando — habló Hayoung, tomó su brazo y lo entrelazaron.

Los ojos marrones de Jihee tanteaban cada una de las tiendas por la que pasaban. Hasta que se encontró lo que estaba buscando involuntariamente, se soltó del agarre de su amiga y corrió hasta el cristal. Pegó su nariz y su respiración causó que se empañara, una sonrisa extensa tiró de sus labios y se adentró a la tienda.

Caminó con paso decidido hacia el mostrador encontrándose con un chico de cabello rojo y ojos redondos, su cabellera estaba algo alborotada y parecía estar cansado. Clavó su mirada en Jihee y medio sonrió en cuestión de segundos se desvaneció. La pelinegra apuntó aquella figura de por lo menos treinta centímetros de alto y el chico la siguió.

— ¿Cuánto por esa? — se giró hacia él nuevamente, sus ojos viajaron hacia la pequeña placa plateada en su pecho izquierdo con su nombre el cual Jihee repitió — Yuta.

— Ciento veinte mil wones — sus ojos se abrieron como si estuviesen cerca de salirse de su anatomía.

— ¡¿Cuánto?!

— Cient-

— Sí entendí p-pero, no puede ser — masculló —. ¿Vuela o qué?

— No pe-

— ¡No es necesario que me respondas!

Jihee sacó su cartera en forma de koala y empezó a contar cada uno de sus billetes, al poco tiempo su mejor amiga entró al local con un café en manos y mirando a su alrededor indiferente. Ahora Jihee se arrepentía de haber gastado todo el dinero del premio.

— ¿Cuánto dinero tienes? — preguntó.

— Como veinte mil wones, ¿por qué? — le dio un sorbo a su café.

— Dámelo — extendió su mano agitándola desesperada, Hayoung sin entender lo que estaba pasando rebuscó entre el bolsillo de su pantalón; sin embargo, antes de que lograra sacarlo Jihee ya se lo había arrebatado.

bang love ➳ jaeminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora