04. Encuéntrame Pronto

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No podía seguir deseando que pasara algo que tal vez no era posible, así que opté por ignorar cualquier esperanza proveniente de mi cabeza. Si les había quitado las esperanzas a Zeus y a Poseidón ¿entonces por qué iba a tenerlas yo?

Me dediqué a observar con atención cada rincón que lograba ver desde nuestra altura, era mejor no tropezar con ningún posible error. Vi un destello surgir de entre algunos árboles aún lejanos a nosotros, por lo que les indiqué a Zeus y a Poseidón en una señal silenciosa que se desviaran un poco y me siguieran, de modo que si aquel destello que había visto se trataba de Zagreus, al menos nosotros lo tomaríamos por sorpresa y no viceversa.

Descendimos hasta llegar al suelo, bajamos y colocamos nuestros pies sobre la grama.

-Hierba fresca. -dijo Zeus aspirando el olor tan atrapante del prado que a mí solo me olía a muerte.

-¿Por dónde empezamos? -fui directo.

-Vayamos al sauce llorón blanco.

-¿Por qué? -pregunté incrédulo.

En todo el tiempo que estuve aquí, nadie se acercaba a ese árbol, mi padre lo tenía terminantemente prohibido y al que le desobedeciera le tenía un gran castigo. Según Perséfone me dijo una vez, una de mis hermanas tomó unas cuantas hojas de sus ramas para crear algo, no tengo idea de qué, pero para Hades no resultó bien ya que la expulsó de nuestro reino. Por ello no tuve ni he tenido la oportunidad de conocerla, sólo sé que su nombre es Macaria...

-Porque tu padre sembró ese árbol, lo hizo crecer rápidamente y desde que tuvo la apariencia que ves ahora, siempre estuvo sobre una de sus ramas ya fuera pensando o haciendo cualquier cosa. Le gustaba la tranquilidad que le transmitía. -¿mi padre en paz? Imposible.

-¿Él, siendo tranquilo? No lo creo. Siempre está haciendo algo.

-No siempre fue así... -comenzó Poseidón- Él... -suspiró- después de la Titanomaquia no sabía qué hacer, es decir, no conocíamos más que la guerra, nunca habíamos estado en paz con nosotros mismos ni nos habíamos ocupado demasiado de disfrutar de pequeños placeres que nos provee la vida como respirar el aire que nos ofrecía el bosque.

-Vale... Pero ¿qué cosas hacía él? -opté por preguntar antes de que la nostalgia invadiera su mente, además de que no me imaginaba a mi padre en un estado de tranquilidad en vez de agites y desinterés. Necesitaba más información.

Nos acercamos al árbol cada vez más y Poseidón no estaba muy seguro de responder mi pregunta, sin embargo, en cuanto estuvimos frente al sauce llorón blanco, Zeus no esperó y fue como si soltara las palabras después de retenerlas por siglos.

-Podía escribir en un diario sobre sus recuerdos en la guerra. -respondió- También escalaba esta rama -apartó varias de las largas y flexibles ramas para dejar a la vista otras ramas más fuertes que estaban escondidas, y señalar una de ellas- y se quedaba aquí solamente a recibir la tranquilidad del viento que golpeaba estas débiles hojas. A veces volvía a los tantos lugares donde se llevó a cabo la guerra. Parecía buscar algo pero nunca me atreví a preguntar qué era. Supuse que era su casco y por ello envié a muchas criaturas, ángeles e incluso humanos a buscarlo pero ni siquiera yo mismo lo encontré. -pausó un momento para acariciar una de las largas hojas del sauce- No le interesaba demasiado el tema del Inframundo, -se giró a verme- al principio se mantenía alejado de ese lugar... -suspiró- sabía que seguía enojado conmigo por haberle asignado ese reino, pero lo consideré adecuado para la tarea, así que no sentía arrepentimiento alguno. Sin embargo, eso pareció molestarle aún más y perdimos contacto.

-¿Entonces cómo es que sabes lo que hacía?

-Hestia me lo dijo. -respondió inmediatamente- Una vez le pregunté cómo estaba y si se estaba adaptando bien a esta vida, ella dijo que no estaba tan segura de que fuera feliz de esta forma y además, me contó lo que recién dije... -se volteó para ver el árbol y apoyar su brazo en una de las ramas- Fue entonces que cometí el peor error.

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