08. El Secreto Por Desvelar

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Eva no perdió más tiempo y aprovechó el silencio que inundaba el salón para comenzar a relatar su historia antes de que Zeus tratara de evitar que hablara, otra vez.

-Todo comenzó gracias a la ambición e ignorancia de Prometeo. -tomó un poco de aire y desvió su mirada hacia la de Zeus- Realmente debió escuchar a Epimeteo. -rió cínica para luego volver a su expresión seria- De alguna manera descubrió que los humanos lo hacían fuerte, no estoy segura del porqué pero así era. Prometeo no sabía si él era el único que se fortalecía con nuestra creación o si a otros les sucedía lo mismo. A causa de su intriga, acudió a Zeus, él confesó que sentía lo mismo. -como varios lo esperábamos, Zeus la interrumpió.

-Es imposible que sepas lo que pasó ese día. -dijo cruzado de brazos.

-Nada es imposible, y mucho menos cuando tienes a las Moiras de tu lado.

-¿Y qué tienen que ver ellas aquí?

-Todo, querido. -sonrió socarrona- Ellas fueron quienes me escondieron y explicaron por qué demonios estaba huyendo. ¡Imagínate! -bufó- ¡Yo ni siquiera tenía la mínima idea de por qué carajos huía!

-¡Nadie te obl...! -ella lo cortó.

-¡¿Nadie?! ¡¿nadie?! ¡me estaban cazando!

-¡Basta! -alcé la voz cansado de la maldita disputa entre ambos que por lo visto, no acabaría pronto. Ambos me observaron sorprendidos pero hicieron silencio al instante- No quiero escuchar otra maldita interrupción Zeus. -lo miré con seriedad y desafío, él me miró de la misma manera pero no me dejé intimidar por él- Si no puedes soportar la verdad, puedes irte. Nadie te obliga a quedarte.

-Cuidado, Demetrius. Estás aquí porque así lo permito. -dijo cauteloso, cosa que me hizo hervir la sangre.

-¿Eso crees? -solté una sonora carcajada- ¿Crees que aún estaría aquí de no ser por Vanessa o Eva? Aquí no hay nada que necesite, lo sabes. -lo vi apretar la mandíbula. Había dado en el clavo, cosa que no fue nada difícil, él solo quería poder y verse... ¿inalcanzable? ¿intimidante? ¿Serían esas las palabras? No lo sé ni me interesa averiguarlo, lo que me importaba es que eso lo mantendría callado un rato- Ahora cierra la boca y espera a que ella termine. Luego, si aún lo deseas, puedes contar tu versión.

-¿Confías más en ella que en mi? -dijo con tono obstinado.

-Dije que le otorgaría el beneficio de la duda y así será.

-Esto no se trata de confianza. Se trata de la verdad, hermano. -intervino Poseidón- Apoyo a Demetrius. -Zeus iba a reclamar algo pero su hermano no le dio la oportunidad- No quiero escuchar una palabra más. Ambos confiamos en ti, -aclaró- pero si tanto te aterra que ella hable, significa que hay algo que ocultas. -Zeus abrió la boca pero no le dio tiempo a decir una palabra- No me importa lo que sea, solo quiero la verdad.

-¿Ya terminaron? -preguntó Vanessa con serenidad y notoria molestia en su rostro. Yo asentí mientras veía como ella detenía su mirada en cada una de las personas presentes.

-¿Qué pasa? -pregunté pero no obtuve más respuesta que una negación de cabeza mientras se dirigía a Eva.

-Eva, disculpa. ¿Más o menos cuándo pasó esto?

-Poco después de la Titanomaquia. El Tártaro creó una nueva raza, nuestra raza. Unos siglos más tarde, Prometeo y Zeus averiguaron lo que ya dije. Sin embargo, ninguno sabía dónde encontrar al Tártaro para pedirle que creara más criaturas como nosotros, así que decidieron crearnos ellos mismos.

-¿Realmente existe el Tártaro? -preguntó Vanessa.

-Sí. No es ningún mito, te lo aseguro. -aclaró. Vanessa y yo intercambiamos miradas dejando en claro que debíamos indagar más a fondo sobre aquella criatura y lugar- En fin, ellos intentaron crear otro de nosotros pero nada salió de acuerdo a lo planeado. No crearon un humano, sino una aterradora criatura antinatural que era la mezcla entre una cola de serpiente, torso de humano, dientes de tiburón, cabello de espinas y unos ojos de demonio. Prometeo asesinó sin dudar a la criatura, no tuvo piedad alguna. Ni siquiera le permitió tener un día de vida. -hizo una pequeña pausa para tragar saliva- Un tiempo después de su fracaso, Prometeo le propuso a Zeus buscarnos a mí y a Adán. Su frustración era tal que le propuso cazarnos, la cuestión es que Adán estaba muerto.

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