La mayoría de las veces el paso de los años sirve para mejorar las cosas, para llevarlas a su máximo nivel. Sin embargo, hay circunstancias bellas que surgen de repente, deliciosamente súbitas. Y no siempre se posee el tiempo exacto para corroborar si son buenas o no, así que nos lanzamos desnudos y sin paracaídas desde lo alto de un rascacielos sintiendo que, por una vez, debemos confiar en el instinto, aunque tengamos una tendencia insaciable a equivocarnos.
Yo estaba convencida de que para hallar algunas certezas había que dejar que «el tiempo pusiera las cosas en su lugar», frase que ha servido de escudo —y también de excusa— a lo largo de mi vida en más ocasiones de las que puedo contar. En cambio, ahora no estoy tan segura de ello, quizá porque al tachar los últimos días del calendario me he dado cuenta de que ya no soy una niña y que, cuando menos lo espere, ya no podré permitirme confiar en el tiempo para comprobar la validez de algunas cosas o si éstas siguen una ruta adecuada para mí.
¿Es un error que quiera seguir cayendo desde el rascacielos? ¿Acaso la fe y el tiempo son ángeles y demonios intentando equilibrar las cosas?
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Mis insolencias (Retratos y latidos)
PoetryEl mejor retrato de una persona se obtiene al atender a cada locura que surge de su boca, tal vez a base de imprecaciones y verbos con vida propia. A veces sólo basta con dejar que el individuo divague unos minutos, incluso es posible que las insole...