Linaje restaurado

31. Dimitri.

Esta mañana decidí afeitarme cansado de ver esa barba cada día en mi reflejo pues nunca fui de dejármela crecer. Con algo de dificultad realizaba la acción ya que todavía me costaba estar parado por un largo tiempo pero era mejor hacerlo por mí mismo a ser una carga para Rose en estos momentos. Se había enfrascado en cuidarme minuciosamente toda esta semana que eso la estaba desgastando aunque no lo admitiera y no es que sea un malagradecido con ella porque sólo Dios sabe lo mucho que he mejorado por sus cuidados y tenía suerte de tener a tan magnifica mujer como esposa pero si eso le estaba perjudicando prefería hacerlo por mi cuenta además de que había cogido un resfriado desde hace tres días y comenzaba a preocuparme dado que nuestra raza pocas veces se enferman.

El sonido de la puerta me sacó de mis pensamientos, sin prestar atención de cómo pasaba la navaja por mi rostro, la pequeña distracción logró hacer que me cortara en la mejilla.

–der'mo–maldije en ruso.

–Uy, a mamá no le gustaría oírte hablar así–la voz de Victoria hablando en ruso resonó por la habitación.

Volteé hacia la derecha y ahí estaba mi hermana menor recargada en el marco de la puerta del baño tendiéndome una toalla. La tomé sin decir nada limpiando la sangre que ya corría por mi cuello.

–¿No te enseñaron a tocar?– la seguí con la mirada por el espejo.

Ella se encogió de hombros, importándole lo más mínimo la cortesía.–Rose salió con ese chico rubio. Eddie creo que se llama... si, era él. Así que eso significaba que estarías solo.–

Lo sabía, Roza se había levantado mucho antes que saliera el sol y preparó para salir con Eddie llevando consigo la foto que trajo de Mason. Irían a un lugar cercano según ella, posiblemente no regresaría hasta tarde por lo que preguntó varias veces si estaría bien solo, prometiendo encargarse que Christian me hiciera compañía y no dudaba que haya ido con el chico ni tampoco que llegaría en unos momentos.

–Si, tenían que hacer algo–evadí las razones por las que se fueron.

–La casa está en total silencio, la mayoría desayunaron con caras largas y sin ganas apenas si tocando la comida. Esa chica moroi, ¿Mía? Se veía muy mal al igual que Su majestad. – frunció el ceño ajena a lo que acontecía a su alrededor.–Mamá dijo que no me metiera ni preguntara al respecto–

–¿Vasilissa se siente bien?–pregunté preocupado–Tal vez deberías hacerle caso a nuestra madre en lugar de meterte en los asuntos de los demás– afeité el lado restante esta vez teniendo más precaución.

–Me refería a Christian Ozera, no habló durante todo el desayuno cuando es el primero que bromea. Ese hombre pone mala cara cuando le dicen por su título– arrugó el semblante–Además ¿Por qué tan arisco? También estás de mal humor me parece–

–Mira, es un día complicado así que trata de no comentar nada.–pasé por su lado tirando la toalla en el cesto de ropa sucia. Me vestí en cuanto salí de la ducha por el frío y que bueno que lo hice por la intromisión de mi hermana.

–De acuerdo, solo es un poco pesado el ambiente que rodea a todos. A Paul no le importa, juro que vi estrellas en sus ojos cuando vió el gimnasio.– sonrió.

–Creo que no viniste aquí para hablar del reciente amor de Paul hacia el gimnasio–quité de la silla del tocador la pijama de Rose.

–No, tienes razón–suspiró recorriendo con sus ojos la habitación como si buscara algo–Es sobre mi compromiso con Nikolai– jaló la silla donde anteriormente estaba la ropa para sentarse en ella.

La miré extrañado por su actitud. Podría haberse sentado junto a mi en la cama.

–Oh solo ustedes saben lo que han hecho en esa cama–miró con asco donde estaba sentado.–No te ofendas pero no me sentaré ahí–