Linaje restaurado

36. Dimitri

—¿Belikov? ¿Me estás escuchando? ¿Dimitri?—

No fue hasta que escuché mi nombre que pude apartar los ojos de Rose e intentar prestar algo de atención a lo que me decía Janine. 

—Perdone, no capté lo último.— me disculpé aunque en realidad no sabía ni siquiera de lo que me estaba hablando.

Siguió con el ceño fruncido la dirección a donde se dirigía mi mirada y soltó un suspiro al notar que era Rose la razón de mi distracción. El ser pillado me avergonzó un poco pero no podía evitarlo, estaba ansioso, no había podido dormir las ultimas noches y todos aquí dentro eran un desastre. Hace pocos días llegó otra nota de amenaza de Nathan y eso nos hizo ponernos en acción. Sin decir el por que —ya que jamás les mencionamos a los demás el problema con el padre de Adrian— obligamos a todos a empacar sus respectivas maletas sin dar oportunidad de alguna pregunta o reproche y decidimos contactar a Hans para hacerle saber exactamente lo que pasaba y organizar una segura llegada a la Corte.

Lo primero que hicimos fue mandar a Mia de regreso, no queríamos ponerla en riesgo y mientras menos moroi tuviéramos que trasladar mucho mejor para nosotros dado que éramos muy pocos guardianes. Ayer por la mañana la chica se había contactado con Rose para hacerle saber que estaba bien y llegó sin ningún inconveniente; eso en parte se lo debíamos a Abe ya que se encargó de toda la logística para poder lograrlo.

Mientras tanto todavía tratábamos de convencer a Adrian de hacer lo mismo, en este caso se iría junto con Sydney y Declan pero él se estaba resistiendo a dejarnos y Rose a través de Sydney trataba de persuadirlo pero no estaba dando mucho resultado.

Hoy el ánimo estaba por los suelos, Eddie se encontraba fuera comprando algo de comida, los otros decidieron pasar el rato en la sala pero apenas si intercambiaban unas cuantas palabras y yo solo miraba preocupado a Rose porque esta vez realmente no sabía exactamente lo que nos deparaba el futuro. 

—Olvídalo. Iré a dar una vuelta por los alrededores para verificar que todo esté bien.

¿Bien? Aquí nada estaba bien. 

Puse una expresión serena y asentí apartándome de su camino. Cuando abrió la puerta para salir, Eddie entró cargando varias bolsas llenas de alimento. Me acerqué a él rápidamente para ayudarle y cuando tomé una de las bolsas me llamó la atención la cadena que portaba, en la que colgaba una pequeña ficha de plata con el grabado de un águila. Lo miré extrañado, en todos estos años jamás se la había visto. Y mientras nos dirigíamos a la cocina no pude evitar preguntarle. 

—Oh ¿esto? Se lo compré hace unos días a un tipo que los ofrecía cerca del parque cuando salí para despejarme. Ya sabes, con todo esto solo quería dar un paseo y es gracioso ya que ahora los strigoi son la menor de mis preocupaciones.  Al principio creí que era una estafa cuando se me acercó pero el hombre fue amable.— se encogió de hombros.

—Entiendo.—murmuré dejando las cosas en la barra.

Algo no me convencía, simplemente no podía explicarlo, pero quizá solo eran imaginaciones mías y algo de paranoia por los acontecimientos pasados. Como quiera lo dejé pasar y mejor me dirigí al gimnasio para sacar todas mis frustraciones con el saco de boxeo.

Empujé las puertas con fuerza y se cerraron detrás de mi dando un golpe sordo, arrojé mi gabardina a una de las bancas y arremangué las mangas de mi suéter sin siquiera molestarme en vendar mis manos.