29. Janine.

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Maratón
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–No puedo creer que me convencieras de esto–suspiré recordando las razones por las que había accedido a venir.

–No te arrepentirás–guiñó un ojo en mi dirección antes de volver su vista a la carretera.

–Tu plan tiene fallas de lógica, Ibrahim–prácticamente le gruñía.–Dices que tu "contacto"—Hice énfasis en la última palabra—te dio las cámaras de seguridad del apartamento donde vivía el hombre que le disparó a Belikov, donde ya vimos que aparecía la mujer que mencionó antes, que no nos sirvió de nada ya que no se puede ver su rostro–

–Iremos a conseguir información personalmente a ese apartamento–habló con calma, algo que me impacientó más.

–¡Y ya! ¿Problema resuelto, no?– rodé los ojos cruzándome de brazos.

–¡Oigan! Yo sigo acá atrás, así que si van a comenzar una pelea sin sentido detén el auto y me bajo, sería mejor quedarme varada a tener que escuchar sus discusiones por el resto del camino– llamó nuestra atención Rosemarie  que se encontraba en el asiento trasero.

Había que aceptar que estaba en lo correcto ya que no habíamos parado de discutir sobre la falta de argumentos sobre su estúpido y arriesgado plan.

–Ni siquiera se porque la trajiste ¿No deberías cuidar de Dimitri?– volteé a ver a Rosemarie.

–Son las cuatro de la mañana. Estará dormido como toda la gente normal a esta hora, además de que los analgésicos prácticamente lo tienen dopado– se envolvió más en su abrigo blanco.–Vaya manera de hacer una reunión familiar, viejo– sonrió con burla.

–Bah, ya dejen de quejarse. Luego me lo agradecerán– dijo. Rodé los ojos ante lo último.

El resto del camino transcurrió en silencio, algo preocupante ya que Rose se encontraba aquí y no pude evitar voltear a verla varias veces pero estaba perdida en sus pensamientos con la vista fija en la ventanilla.

–¿Qué pasa?–cuestionó Ibrahim mirándome de soslayo.

–Nada, solo que anda muy callada–ladeé la cabeza hacia donde estaba nuestra hija.

–La sacamos de la cama a las tres de la madrugada, creo que sería normal–se encogió de hombros mientras aparcaba en un lote de lujosos edificios.

–¿Es aquí?– preguntó Rosemarie saliendo de su transe.

–Si, será algo rápido–aseguró Abe saliendo del auto.

Hicimos lo mismo que él, sentí el aire frío del invierno impactar contra mi rostro pero después de tantos años de estar al aire libre por la noche me acostumbré lo que ya no era algo relevante para mí.

–¿Traes tu estaca?–le dije a Rose que caminaba a mi lado muy tensa. No me respondió.

–¡Rose!– le sacudí los hombros haciéndola reaccionar.

–¿Eh?–pronunció parpadeando varias veces.

–¿Estás concentrada? Porque si no puedes quedarte en el auto– señalé el vehículo.

Linaje restauradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora