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—No sé exactamente cuándo, pero la condesa Sylvia de Lister quiere ir a ver a la Emperatriz y dijo que quería ser la escolta, y lloró tanto cuando se fue del palacio de la emperatriz ...

—¿Sylvia?

«Oh, desea ir. Quiere ser un Escolta de la Santa.»

Preferiría que no fuera yo, pero al fin y a cabo no quería verme convertirme en una flor de la social.

«¿Sylvia le hizo esto a Angela?»

Las doncellas dijeron que no era una decisión definitiva, pero ya que a llegado la carta sellada por el emperador, se a vuelto una realidad.

No importa cuánto Sylvia me odiara, llorar, soplar y obligarme hacer algo sin mi consentimiento, no era el comportamiento adecuado de una dama.

—Le dije que actuara como una noble ...

Sylvia no es la persona más noble que he visto. Termina de prepararse la salir con su afilada lengua lista para hablar.

—¡Vuelva pronto señorita!

Subí al carruaje, con el sincero apoyo de las criadas. Observé las calles de la capital, pasando por las ventanas, parecían más animadas hoy.

Ser escolta significa que una mujer aristócrata que asiste de cerca a las damas que visitaban el Imperio.

Como la dama estaba cerca del concepto de un asistente local que acompaña cada itinerario durante su estadía en el Imperio, cuando no había nobleza dispuesta para este deber, la realeza asumía ese papel.

Por supuesto, no todos pueden hacerlo. Hay muchos solicitantes, pero solo un puesto. Por eso se las llamadas Flor de la Sociedad se han estado encargando de esa tarea.

Ya la Flor Social en ese momento no había sido seleccionada, la familia real iría a una reunión para seleccionar acompañantes.

Roselia, una ex flor de la sociedad, no se convirtió en una escolta porque su estatus era real. En cambio, Roselia podría tomar su lugar nombrando a una mujer noble.

—Jaina Belchester, bienvenida. Te llevaré adentro.

Cuando entré al palacio, un asistente ya me estaba esperando en la entrada. Seguí su espalda, saludando al asistente de manera educada.

—La princesa Essila la está esperando.

—¿Es así? ─ será mejor que camine un poco más rápido.

Me dirigí al Palacio Imperial, donde la princesa Essila aguardaba por mi llegada, ya que había llegado con anticipación, mi visita fue vista con aprobación de su parte.

—¡Señorita Jaina! Estaba esperandola.

—Luz Infinita al Imperio. Jaina Belchester saluda a la princesa, y lamento llegar tarde.

—¡Llegué temprano a propósito! Y ha sido un saludo muy duro entre nosotras.

La princesa Essila me guió tristemente y me senté a su lado. Aunque el espacio era grande, las únicas eramos ella y yo, por lo que la pequeña voz se escuchaba fuerte en el salon.

—¿No te sorprendió la carta? ¡Te recomendé encarecidamente como acompañante, señorita Jaina!

Me reí y le agradecí por decir que estaba orgullosa de elogiar.

—Su Majestad estoy contenta de aceptarlo, y de toda forma era la única persona que era adecuada para el puesto.

—Dirás glorioso.

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