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–La primera vez que vi este conejo-

–Entonces, ¿terminamos la charla aquí?– interrumpió Sir Tabas con un tono resuelto. ¿Parecía que le estaba jugando alguna clase de broma?

¿Dijo que la emperatriz Helia tenía una conexión con la Santa Sede?

«La muerte de la Santa Seisiel podría no haber sido un accidente causado por un fanático.»

Ana debería investigar si hay alguna clase de relación entre la emperatriz, la Santa Sede y el santuario.

Ayer por la tarde, la delegación del Reino llegó, pero se llevó a cabo en el lugar su recibimiento.

–Se lo repito otra vez, mi lord, no estoy bromeando.

Sería bueno que lo viera por sí mismo, así que clavé mis uñas profundamente en la palma de mi mano izquierda. Luego, un largo corte se formó.

–¡Señorita!

–No te preocupes, Anna. Berry, ¿puedes curar esto?– Empujé mi mano izquierda hacia Berry, quien estaba acostado, pero el conejo no se movió.

–Oye, ¿Berry?

Tabas rió de buena gana.

–Sí, sé que estás siendo seria, pero esto es imposible.

Él trató mi herida en lugar de Berry. Desde la punta sus dedos su energía irradió y los rasguños en mis manos desaparecieron sin dejar rastro.

–Bueno, dejemos esta charla aquí. ¿Le importaría si regresamos? – Su voz fue tan cortés como si estuviera sosteniendo algodones.*

«No creo que vaya a escuchar más sobre esto.»

Por supuesto, entendía al sacerdote Tabas. Desde su perspectiva yo podría estar recolectando conejos de cualquier lado y llamándolos dioses. Fue una bendición haber llegado tan lejos sin que se enojara. Pero aún si un novato viniera vería que hay algo mágico en Berry.

Tomando al conejo a regañadientes, me puse de pie junto a Anna. Pero repentinamente tuve una idea y me volví justo antes de salir del oratorio.

–¿Sabe que tipo de animal tiene la señorita Seishiel?

–¿Señorita?

La cara de Tabas parecía incómoda y complicada.

–Todavía sólo los altos funcionarios de la Santa Sede saben esto, pero te lo dejaré saber ya que pronto será conocido por todos. Seishiel no tiene espíritu santo.

–¿De verdad? Eso es-

–La criatura sagrada de Seishiel ya estaba muerto incluso antes de eclosionar el huevo. No sé por qué...

–¿No dijiste que los santos y sus espíritus mueren alrededor del mismo tiempo? ¿Está bien la Santa?

–Si un santo muere, su espíritu también, pero no al contrario. Seishiel no está en peligro.

El sacerdote Tabas cerró los ojos repentinamente.

–Sin embargo, Seishiel atravesó por muchos problemas. Ahora ya todo está bien, pero la discusión sobre la elegibilidad de la santa casi fue dejada por un tiempo.

Y esta vez, sin más contratiempos, abandonó el oratorio.

En el carruaje camino a la mansión, miré a Berry que estaba en mi regazo.

–¿Quién eres?

-Soy Snow Berry.

Pregunté al conejo, pero el animal no podía hablar. Suspiré, lentamente acariciando a Berry.

EDJ DADonde viven las historias. Descúbrelo ahora