🔸Viviendo sin ti🔸

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El día fue pasando lentamente frente a mis ojos, mi mirada fija en la ventana de la sala que daba al jardín delantero. Cada minuto, cada segundo de cada hora parecían días enteros aferrados a pasar lentamente con el fin de hacerme sufrir cada vez más.

Mi mamá salía de la cocina, bajaba las escaleras e iba a cada momento hasta la sala que era en donde me encontraba yo con el televisor encendido simulando que lo veía. Entraba en la habitación haciendo como que limpiaba o iba por alguna cosa, pero a mí no me engañaba. Incluso Caitlin se sentó frente a mí y me miró con gesto de preocupación.

 
— ¿Lo querías mucho? — preguntó la niña después de mucho tiempo de haber llegado a la sala.

— Lo quiero. — corregí yo sin molestarme.

La niña asintió lentamente sin dejar de mirarme, se pasó una mano por la cara distraídamente y volvió a decir:

 
— Ya quiero que se arreglen las cosas entre ustedes. Lo extraño. — exclamó con un hilo de voz.

— Solo ha pasado un día, Caitlin. — dije yo esbozando una triste sonrisa que se vio más como una mueca de dolor.

— Sí, pero tu también lo extrañas, ¿no?

— Muchísimo. — repuse yo dejando salir un suspiro.

Se hizo un silencio en el que ninguna de las dos abrió la boca y solo se escuchó el susurro de las hojas arrastradas por el viento en el exterior y el débil sonido que hacía el televisor.

— Caitlin, deja en paz a tu hermana, por favor. — mi mamá asomó de pronto la cabeza por la entrada de la habitación y se dirigió a la pequeña que estaba frente a mí.

— No estaba molestándome. Solo me hacía compañía. —  dije yo de pronto.

— Está bien.

Sus pasos se volvieron a oír fuera de la sala y se perdieron poco a poco. Caitlin y yo volvimos a guardar silencio y posamos la mirada en el aparato que estaba ahí frente a nosotras, pero yo sabía que ni siquiera ella lo miraba.

El día se acabo, y con él fin de este, llegaba el inicio de una nueva semana, un día más de clases, y por lo tanto, la seguridad de ver a James por los pasillos de la escuela.

 Caminé hasta el espejo arrastrando los pies, me veía fatal: tenía unas enormes ojeras bajo los ojos, el cabello enmarañado y la piel tan pálida como la de Christie.

Se oyeron unos golpes en la puerta e inmediatamente mi mamá apareció por detrás de esta.

 
— ¿Irás a la escuela hoy?

— ¿Y por que no tendría que ir? —  pregunté yo volviéndome a ella.

Sabía perfectamente el por qué pensaba que no podría ir a la escuela aquel día.
Mi mamá era estricta conforme a la escuela, pero siempre se doblegaba al vernos sufrir, cedía ante nuestro dolor y yo lo apreciaba, pero ¿qué pasaría si James y yo nunca volvíamos a estar juntos? ¿nunca volvería a la escuela?

Miradas del corazón [COMPLETA ✔️] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora