Capítulo I

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Me desperté, como viene siendo costumbre ya, por el sol que entraba por la ventana, me acomode en la cama un momento y recordé que era sábado, perfecto no tendría que ir a la oficina y estaría desocupada eso era mas que perfecto, podría estar con mis dos princesas y eso era mas que suficiente para mi, sin que Adelina se despertara me levante de la cama y me dirigí a la cocina intentando no meter mucho ruido, la verdad es que Diane se despertaba con el mas mínimo ruido que había en la casa y eso era un infierno, me dispuse a hacer el desayuno, calenté el café para Adelina y el biberón para Diane y cuando estaba terminando de arreglar todo llego Adelina con el cabello todo revuelto y con Diane en brazos, la pequeña estaba a nada a cumplir un año y la verdad es que nadie me había dicho que es lo que conllevaba ser madre, pero había agradecido infinitamente que Adelina me hubiese apoyando en todo esto y no solo eso, si no que la madre de Adelina estaba considerablemente feliz con su nueva nieta y eso ayudaba bastante pues también nos había ayudado a cuidar de Dai unas cuantas veces, Adelina dejo a Diane en su silla y se acerco a mi para darme un beso fugaz, no les miento si les digo que Adelina era una excelente madre, tenia habilidades que no había visto antes y una paciencia impresionante con los niños.

—¿Tienes algo que hacer hoy? — me pregunto Adelina a modo de saludo de un muy típico día sábado.

— No, nada — le respondí, a pesar de que ambas estábamos un tanto saturadas con el trabajo nos organizábamos de tal manera que dejábamos los fines de semanas libre para pasar tiempo con Diane — Tu ¿Nada? — le devolví la pregunta, la verdad es que teníamos una política bastante estricta en las empresas, desde que había nacido Diane habíamos dicho que a menos que alguien se estuviera muriendo, se estuviese quemando una sucursal o alguna situación de vida muerte como un posible secuestro por parte de alguna mafia a alguno de nuestros empleados, nadie nos podía llamar un fin de semana para hablar de trabajo.

— Nada — me dijo con una sonrisa, gesto que le devolví para luego señalarle la mesa para que se sentara a desayunar.

El habernos casado para la prensa fue casi como unir las dos empresas, pero la verdad es que cada una crecía de forma independiente, alguno de los artículos decía que nos habíamos terminado casando por mero interés pero bueno nadie estaba pendiente de nosotras ahora que estábamos casadas, siendo pareja causábamos mucha mas polémica que ahora y todo era porque Adelina o yo terminábamos haciendo la primera estupidez que se nos pasaba por la cabeza y cuando la prensa se dio cuenta que estando casadas o no Adelina me tenia comiendo de su mano nos dejaron de acosar tanto, lo cual era imprescindible para mi, pues me importaba que Diane pudiera desarrollar una infancia como correspondía y sin tener la prensa sobre ella.

— ¿No comes? — me pregunto Adelina al darse cuenta que me había quedado parada mirando a la nada.

— Claro, en un momento — le dije y me moví por la cocina para dejar algunos trates en el fregadero, le pase unos cereales a Diane para que se quedara tranquila y con eso su biberón — ¿Cómo dormiste? — le pregunte a Adelina mientras me sentaba a la mesa.

— Como un bebe — dijo con ironía y yo negué con la cabeza divertida, ambas sabíamos que era la peor frase para el momento, yo me levantaba al menos tres veces en la noche «Si es que no más» a amamantar a Diane y Adelina le tocaban cambiar los pañales de vez en cuando, aun que la verdad es que amamantar y cambiar pañales siempre fueron de la mano así que por lo general la que dormía más por las noches era Adelina — ¿Tu como dormiste? — me devolvió la pregunta y yo la quede mirando un momento.

— Me duelen los pechos — le comente casi como si fuera un chiste — pero bien, considerablemente mejor que otros días —asentí con la cabeza levemente.

— ¿Es mucho? — me pregunto mientras comía y yo me quede mirándola un segundo, dios nunca me aburriría de mirarla.

— Le están saliendo los dientes cariño, me muerde todo el rato — le dije como explicación y yo tome una taza de te para darle un sorbo.

Las Madres de la MafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora