Capítulo X

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Estaba media dormida, me tenían amarrada de las muñecas y comenzaba a odiar completamente el hecho de que me dejaran noches enteras colgada del techo pues las muñecas me dolían y no solo eso comenzaban a hacerme heridas al rededor de las muñecas ¿Cuanto tiempo llevaba aquí? Abrí levemente los ojos cuando escuché a alguien entrar.

— Gregson la encontré — La escuché decir a la persona que había entrado recientemente al lugar que yo había titulado como "cámara de tortura" y vi como una mancha azul se movía con rapidez por el lugar.

— ¿Ad? — pregunte rogando para que fuera ella y no una de las tantas veces que habían usado su nombre para intentar sacarme información.

— Necesito todo un equipo para poder sacarla de aquí, no creo que pueda siquiera mantenerse en pie — Se formó otro silencio, aún no podía enfocar la vista para ver quién era — Le pondré un rastreador en caso de que a estos bastardos se les ocurra trasladarla y necesito que te calmes si la intento sacar ahora lo más probable es que ni ella ni yo salgamos vivas de esto — escuché otro silencio y unos pasos ligeros se acercaron a mi — Quiere hablar contigo — dijo la mujer en un susurro y sentí como puso el celular en la oreja mientras me inyectaba algo en uno de mis antebrazos

— ¿Ad? — volví a preguntar con un hilo de voz.

— Soy yo amor — escuchar su voz hizo que recordara la razón por la que continuaba luchando por mi vida.

— Ad, perdón por no haber estado para el primer cumpleaños de Diane — le dije sin pensarlo y escuche una risa triste del otro lado de la línea.

— Te van a sacar de ahí — La escuché decir confiada y en ese momento se escucharon unos pasos en el pasillo.

— Te amo — susurré y cerré los ojos con fuerza para aferrarme al recuerdo de su voz "Te van a sacar de ahí" era todo lo que necesitaba escuchar.

— Bien suficiente — dijo la chica sacándome el celular de la oreja — Gregson te llamo después — añadió de forma rápida y se guardo el celular en algún bolsillo para luego darme un golpe en la cara — Lo siento — susurro la chica.

— ¿Que haces aquí? — pregunto un guardia que acababa de entrar.

— Me llamaron por la cantidad de ruido que había — dijo la chica y me volvió a dar un golpe en el abdomen.

— Me dijeron que la bajara, hay que llevarla a la celda— dijo el guardia.

Entre la chica y el guardia me soltaron de la cuerda de la que estaba colgando, sentía que si me volvían a colgar se me iban a salir los brazos, me dejaron con brusquedad en la celda y cuando se formó un silencio escuché otra vez esa canción tan tediosa en un idioma que desconocía completamente, a diferencia que otras noches esta vez escuché pasos constantes en el pasillo, era la mima persona que se movía de un lado a otro y luego vi la puerta abrirse Graham me sacó de la celda y me llevó al segundo piso como venia haciendo desde hace un tiempo, cada cierto tiempo Graham me iba a buscar a la celda por la noche, me llevaba a la habitación del segundo piso y me limpiaba la sangre seca o las heridas, me daba comida y me dejaba dormir en la cama de campaña, aunque para ser sinceros en estos momentos había olvidado completamente como se sentía dormir en una cama normal, poder ducharse con agua tibia y oler a persona normal y no a cadaver en descomposición.

Cuando estaba sentada en una silla de la habitación del segundo piso la chica de cabello azul entró al lugar cerrando la puerta detrás de ella, le dedicó una sonrisa y un asentimiento de cabeza a Graham y luego se acercó a mi, yo por mero instinto intenté alejarme de ella pero estaba en un estado físico tan deplorable que cuando lo intento me caí de la silla.

Las Madres de la MafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora