Capítulo XIV

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Estaba dormitando en la silla de la cocina, había pasado gran parte de la noche vagando por la casa pues prefería estar moviéndome, sentía que eso ayudaba bastante con el dolor de las piernas y por primera vez en la noche me había sentado en la silla de la cocina y estaba por quedarme dormida cuando Vanessa apareció.

— Te escuché moverte casi toda la noche — susurro y yo solo la miré — recuéstate en la mesa — exigió.

Sabía que la doctora me iba a limpiar las heridas, llevaba haciendo eso desde hace dos días y parecía nunca terminar, era un proceso lento, demasiado lento para mi gusto y era algo que además de gastar todas mis energías también me cambiaba el estado anímico, mientras que Vanessa me abría algunas heridas yo me aferraba a la mesa con fuerza en lo personal era la cosa que más me dolía, no era cuando me echaba alcohol ni nada de eso, era cuando usaba el maldito cuchillo para abrirme las heridas que según ella estaban infectadas.

— Respira Arias — habló de lo más tranquila.

Me limite a maldecir para mis adentros mientras que dejaba que la doctora hiciera lo que tenía que hacer por la próxima media hora, me puso una cosa helada en la espalda que ayudó a disminuir el dolor.

— Descansa un rato — volvió a decir Vanessa.

La verdad es que en ese momento solo cedí frente al sueño, el cansancio era mucho más del que podía manejar y en un poco par de segundos ya estaba durmiendo para despertarme con alguien metiendo ruido en la cocina.

— Te desperté — dijo la voz, yo aún no terminaba de despertar y me tomó un momento procesar la voz y la imagen de la persona que estaba en el lugar — deberías dejar de dormir en la mesa — El tono de voz de Adelina era insensible, no había ningún rastro de preocupación o de cariño en su voz.

— Cuando pueda dormir de noche y subir las escaleras quizá deje de dormir en la mesa — le dije aún somnolienta y me senté sobre la mesa — ¿Que ocurre Adelina?

— No es nada — el susurro resonó en la cocina y yo le quede mirando — Cuando quieras y puedas, hay un espacio para ti en la cama — su mirada afligida se detuvo en mi y me escaneo, asentí levemente con la cabeza.

El miedo me invadió, Adelina había estado los últimos días considerablemente distante, muy distante para mi gusto y en parte lo agradecía pero por otro lado no me gustaba tanto, en ese momento necesitaba a alguien que me ayudara a recuperarme tanto física como psicológicamente hablando, por las noches era cuando más lo sufría, por más mínimo que fuera el ruido yo me despertaba y no era capaz de quedarme tranquila, durante el día Adelina y Alejandra estaban dando vueltas por la casa constantemente y eso me ayudaba a dormir aún que fuera por periodos de tiempo cortos y luego estaba Diane, la chica había aprendido a caminar y a pesar de que Adelina mantenía a la menor en el segundo piso o en el jardín de todas formas tenía que pasar momentos con ella, como lo eran las comidas y de vez en cuando cuando Adelina la bajaba y se quedaban viendo televisión.

En los últimos días había pasado más tiempo en la ducha que en cualquier otra parte de la casa y la verdad es que recién ahora estaba sintiendo que el olor a putrefacción se me estaba yendo, por mero instinto me pase una mano por el brazo como si eso me ayudara a volver al presente.

— ¿Que te paso en el dedo? — me pregunto acercándose a mi de una forma lenta, me miré el dedo índice de la mano izquierda que estaba tatuado.

— No lo se la verdad — me quede mirándome el dedo y lo doble un par de veces como si no terminara de creer que ese era mi dedo y no el de otra persona.

— ¿Como no lo sabes? — su tono de voz era delicado y se detuvo a unos pasos de mi.

— No... no lo sé, quiero decir se que es un tatuaje pero no se que significa o porque me lo hicieron — ella me extendió la mano y yo la mire.

Las Madres de la MafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora