Mi enojo seguía creciendo a medida que recordaba cada cosa de este maldito día, ¿Por qué tenía que pasar me esto a mi? Y sobre todo ¿Por qué diablos me enamore de ese idiota? ¡¿Por qué?! De solo pensar lo una y otra vez hace que me hierva la sangre.
Ya habían pasado algunos minutos desde que paso mi examen y lo único que he echo es caminar sin algún sentido, es lo mejor, así no puedo dañar a nadie y no puedo gritarles; Odiaba mi actitud, pero después de todo era una capa gruesa para que no me dañaran.
Siempre fui así, fui cruel con los demás para que no fueran cruel conmigo; Era una ley que debía de respetar a mi misma, después de todo este mundo no es muy lindo que digamos; Si hay un lado bueno existe el malo, si te tratan mal tú debes hacerlo igual.
Sin querer ni mire por donde caminaba y termine chocando con algo o mejor dicho con alguien; Se la diferencia entre alguien y algo, no por nada llegaba tarde a la clases, todo por estar chocando con cosas; Extraño esos días en los que me llamaban la atención; Que recuerdos.
— ¿Pero qué demonios? —exclamó con quien choque y para mi mala suerte era la maldita perra explosiva— Fea, ¿Qué haces aquí? —pregunto y mi odio volvió.
— Quita te de mi camino imbécil —respondí con enojo y lo esquive, pero de la nada me tomo de la muñeca impidiendo me seguir.
— ¿Qué te pasa fea? ¿Andas en tus días? —¡¿Encerio él...?!
— Qué te interesa —gruñi— Sueltame tarado —él se levanto su antifaz sin dejar de ver me. Sin razón alguna solo me miro con confusión.
— Oye ya para —yo forcejee y el solo apretó su agarre— ¡Fea di me que tienes!
— ¡Qué te interesa! —le dije en alto para tratar de huir; Mis ojos empezaban a picar y mi pecho subía y bajaba rápidamente— ¡Suelta me!
— No hasta que me digas que tienes —repitió y fue allí que me empecé a sentir mal.
— Bakugou ya sueltame —volví a decir y en cualquier momento iba a explotar.
— No hasta que...
— ¡Ya callate! —grité y le solté una bofetada. El silencio invadió y al notar lo que había hecho quise disculparme pero ¿En verdad debía?— Eres un idiota.
— ¡¿Pero qué diablos te sucede?! —me gritó y observe mis manos temblar; Estaba emperoando la situación.
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— ¡¿Qué me sucede?! ¡¿Qué mierda te sucede a ti?! —le grité de vuelta; Alguien ayudeme por favor— ¡¿Crees que puedes jugar conmigo?!
— ¡¿A que te refieres?! ¡Ni se de que hablas! —alguien...
— ¡¿Eres idiota o que?! —por favor...— ¡Conmigo vas a jugar! ¡No soy una marioneta para ti! —ayudeme— ¡Y mucho menos me vaz a pisar!
