Capítulo 51

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Estoy consciente de mi cuerpo, pero no puedo oír nada. Me duele exactamente todo el cuerpo, apenas siento los dedos de mis pies, intento moverme pero una horrible punzada me recorre la espina dorsal paralizándome y arrojándome a la inconsciencia otra vez.

Mis parpados revolotean cuando oigo su cálida voz, reconozco cada una de esas palabras y me encanta. Intento moverme o abrir mis ojos pero me cuesta hacerlo, sus palabras me siguen envolviendo incitándome a despertar.

“…Clary ligeramente por delante de él. Algo se mueve delante de ellos -una chispa de luz blanca - y de repente ella se queda parada y medio se vuelve hacia él, y de repente está en el círculo de sus brazos, y es cálida y suave y delicada y la está besando.

Y se asombra. Él no funciona de esta manera; su cuerpo no hace las cosas sin su permiso. Es su instrumento tanto como el piano, y él siempre ha estado en perfecto dominio del mismo. Pero ella sabe dulce, como manzanas y cobre, y su cuerpo en sus brazos es tembloroso. Ella es tan pequeña, sus brazos van a su alrededor, para sostenerla, y se pierde”

Es la escena del invernadero, la parte en que Jace besa por primera vez a Clary. Recuerdo que cuando descubrí que existía esa escena narrada desde el punto de vista de Jace, corrí hasta la habitación de Diego y le comente lo mucho que me había gustado. Y luego lo había obligado a leérmelo por las noches, esas noches en las no nos dedicábamos a recorrer el cuerpo del otro, si no que a disfrutar el calor de nuestra compañía.

Me obligue a abrir los ojos, sabía en qué lugar me encontraba pero no me importaba, así que lo primero que mis ojos buscaron fue a él. Esta ahí sentado en una silla de ruedas, con el libro abierto entre sus piernas, pero el trozo de papel con la narración impresa, entre sus manos.

Sus labios se movían suavemente mientras leía, estaba tan concentrado, así que me dedique a mirarlo, deleitándome de cómo sonaban las palabras en su boca.

Cuando levanto la vista de la hoja, se sobresalto un poco, me observó durante un segundo mientras en sus labios se formaba una sonrisa, sus ojos se volvieron aún más brillosos, una lágrima resbaló por su mejilla. Estaba un poco pálido, el cabello revuelto y cubierto tan solo con una bata. Puso las manos en las ruedas de la silla y se acerco a mi lado.

-Al fin despiertas cielo-dice, mis labios tiritan un poco y sonrío.

-Hola-mi voz sale ronca, alargo mi mano y el la recibe en la suya, tan cálida como siempre, quiero besarle.

-Estoy tan feliz de que estés aquí conmigo otra vez-dice

-Gracias-digo, mis dedos acarician el dorso de su mano- no sabes cuánto te amo- el apoya las manos en los posa brazos, sus bíceps se tensan y se intenta levantar para besarme.

-¿Qué se supone que estás haciendo?-una dura voz nos interrumpe desde la puerta, miro a la que, asumo, es la doctora quien se acerca a nosotros. Diego se deja caer en la silla, aprieta los dientes y se queja por el impacto, la doctora lo mira como regañándolo.-Bienvenida Lodovica , ¿Cómo te encuentras?-dice amablemente

-Adolorida, pero bien.

-Es normal, pero no te preocupes te medicaremos para disminuir el dolor-ella es amable, todo lo contrario con Diego

-¿Cuánto llevo aquí?-miro a la doctora

-Tres días-dice-perdiste un poco de sangre, así que quedaste débil, pero veo que ya te has recuperado-ella revisa el gotero y anota un par de cosas- Debo decir que tu novio es un mal paciente-me guiña un ojo sin que él nos vea, Diego gruñe.

-¿Por qué?

-Es muy obstinado, ni siquiera dejo que lo revisáramos en el momento que despertó, lo único que hacía era gruñir porque quería verte-lo miro enternecida, su ceño fruncido se esfuma y me sonríe- Pero, debería estar descansando ahora su columna para que le demos el alta luego, pero se empeña en venirte a leer.

Y que importa la edad? Dievica HotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora