Capítulo 8

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Bueno, a ver todas, vamos a montarlo todo antes de que nos caiga encima uno de esos chaparrones de verano típicos de esta zona. El año pasado hice aquí la portada de Sports Illustrated y me cargué mi lente Nikon preferida. Si hoy pasa lo mismo, van a rodar cabezas —dijo Annie Crain, la fotógrafa que había contratado Nike.

Su equipo de catorce mujeres se apresuró a montar la iluminación en la pista exterior, con la esperanza de conseguir toda la luz natural posible.

En el gimnasio, Diana estaba levantando pesas, desnuda y tumbada en un banco encima de una toalla, para no tener marca alguna en el cuerpo que pudiera captar la cámara.

Los gritos y la música de al lado despertaron por fin a Gail, que seguía durmiendo en las dunas, con la impresión de tener la boca llena de arena.

La mezcla de alcohol y sol había empeorado aún más su situación y se sentía como si le hubiera pasado por encima una manada de caballos durante la noche.

Al entrar en la casa se cruzó con Mera, que salía vestida con su traje de baño. Mera se apartó de ella como si tuviera miedo y Gail alargó la mano para reconfortarla, haciendo que la morena retrocediera unos pasos para huir de ella.

La actitud de la mujer más menuda le indicó a Gail que en ese momento no había nada que decir, de modo que se fue en busca de la ducha y una aspirina. Tal vez después de una siesta se sentiría mejor y podrían tener la conversación que estaban evitando. Si Gail hubiera vuelto a casa por la noche, se habría encontrado la puerta del dormitorio cerrada con pestillo.

La música que sonaba en el equipo exterior obligó a Mera a dejar su libro y concentrarse en lo que ocurría en la casa de al lado. Aparte de un montón de gente con cámaras, había una colección inmensa de zapatillas de tenis alrededor de la pista. Cuando la fotógrafa estuvo colocada, llamó a un hombre que se llamaba Nick y le dijo que fuese a buscar a Lauren. El chaparrón del que se había estado quejando la mujer estaba a cierta distancia sobre el mar y parecía que traía consigo un deslumbrante espectáculo de relámpagos.

Mera se quedó mirando cuando Diana salió de la casa a la terraza, ahora limpia, cubierta tan sólo con un albornoz. Habían quitado la valla que rodeaba la pista, y Mera llegó a la conclusión de que iban a fotografiar a Diana jugando.

A la piloto le pareció raro que Diana cogiera una raqueta y se dedicara a golpear unas cuantas bolas de calentamiento con el albornoz puesto. Desde una barca en el agua, sin que se lo viera, Clark le lanzaba globos por encima de la red para que Annie pudiera marcar las posiciones para distintos planos.

Cuando Diana estuvo bien cubierta de sudor, le indicaron que podían empezar y se quitó el albornoz. Mera dio gracias a Dios de estar sentada en la playa y no en el agua. Estaba segura de que al ver aquello se habría ahogado.

Diana estaba plantada en la pista con el pelo suelto y vestida tan sólo con zapatillas de tenis. Gracias a la sesión de maquillaje a la que se había sometido Diana esa mañana, parecía que no había la menor línea de bronceado en el cuerpo más perfecto que había visto Mera en su vida.

La leche, fue lo único que se le ocurrió pensar al tiempo que volvía a oír los chasquidos del día anterior. Diana golpeaba una pelota tras otra mientras la mujer completaba cada vez más carretes de fotos

El telón de fondo de la tormenta inminente sólo acentuaba la figura de Diana, pensó Mera mientras veía cómo sobresalían sus músculos cuando golpeaba la pelota. Sin su permiso, los pies de Mera la llevaron cada vez más cerca de la pista mientras la sesión de publicidad iba tocando a su fin.

Cuando Mera llegó a la terraza, Diana estaba sentada a la mesa donde habían cenado la noche antes, bebiéndose una botella de agua y envuelta en el albornoz con el que había salido. El hombre que le había estado lanzando pelotas desde el agua estaba sentado con ella y el otro hombre ayudaba al equipo a recoger sus cosas.

Game, Set and MatchDonde viven las historias. Descúbrelo ahora