—¿Lista? —Diana entró en el salón de su casa. Estaba lleno de trofeos y fotografías de su carrera en las pistas, y Mera estaba allí desde que se había duchado y vestido.Cuando Diana entró, Mera estaba acariciando delicadamente con un dedo el trofeo de Wimbledon que acababa de llegar a casa con ella. Dentro de pocas semanas, la fotografía enmarcada en la que aparecía mostrándolo a la multitud de la pista central colgaría a su lado, como con los otros que había en la sala.
Mera pasó a otra foto de Diana con otras dos mujeres que se parecían muchísimo a ella, pero como había dicho Diana, las dos eran más altas. Aparte de la estatura, las dos tenían el pelo negro, una poseía ojos azules y otra unos maravillosos ojos verdes y la misma sonrisa resplandeciente.
—¿Éstas son tus hermanas?
—Sí, ahí estamos en el Abierto de Francia del año pasado. Tenían tiempo libre y vinieron a verme jugar. Les debo mucho y me siento feliz cuando miro a las gradas y las veo animándome. Seguro que te parece muy inmaduro, pero son la única familia que tengo. —Diana se metió las manos en los bolsillos de sus pantalones de lino y se quedó mirando al suelo tras su confesión. Lena y Zaty eran las dos únicas personas, aparte de Clark y Bruce, que no querían nada de ella. El dinero, la fama y la publicidad de aparecer en los periódicos de su brazo no tenían importancia para ellos.
Mera se acercó y puso la mano en el brazo de Diana. Al ver este lado vulnerable de Diana, se dio cuenta de que había juzgado mal a la persona del avión. Ésta era la auténtica Diana.
—No, eso no te hace inmadura, Diana, te hace increíblemente tierna. — Cuando los ojos dorados se posaron en ella, Mera comprendió por qué tantas mujeres habían sido víctimas de ellos.
—Gracias por pensar eso —dijo Diana.
—¿Tus padres han muerto? —Mera sentía curiosidad porque no había fotos de una pareja mayor en ninguno de los marcos esparcidos por la habitación. El brazo que tenía bajo la mano se puso de piedra ante la pregunta y eso la llevó a pensar que habían muerto en un accidente horrible y lamentó haberlo preguntado.
—No, están bien y viven en Atlanta. Por desgracia, están en desacuerdo con mis hermanas y conmigo y no nos hablamos muy a menudo. La verdad es que prefiero no hablar de ello. —Diana respiró hondo y trató de soltar la rabia instantánea que la había inundado con la pregunta inocente de Mera.
La actitud de sus padres, unida a las cartas que estaba recibiendo, empezaba a hacer cada vez el por qué Diana era así. Le daba asco que las personas que se suponía que más la querían estuvieran en realidad de acuerdo con el contenido de las cartas que estaba recibiendo.
—Lo siento. —Mera apretó el brazo de Diana, intentando consolarla, y se alegró al notar que los músculos se relajaban bajo su mano.
—No lo sientas, no es culpa tuya y tampoco mía. Mis padres nos han condenado a todas al infierno por nuestra forma de vivir. Una hija homosexual ya habría sido mala, pero tres era un exceso, en su opinión.
El colmo es que o una o las tres aparecemos constantemente en las páginas de deportes o en televisión restregándoselo en la cara. —Diana hizo un gesto con los dedos, como marcando comillas, al decir esto—. Nunca han asistido a un partido ni nos han apoyado desde que yo tenía dieciséis años. El abismo que hay entre nosotros es ya tan grande que jamás podremos cruzarlo, y a estas alturas no creo que ninguno de nosotros quiera hacerlo.
—Bueno, pues esas dos señoritas han hecho un trabajo magnífico contigo —dijo Mera, señalando la fotografía que había estado mirando antes. Con eso la sonrisa volvió al rostro de Diana, y Mera advirtió que seguía con la mano en el brazo de la alta mujer—. ¿Has mencionado algo sobre cenar?
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Game, Set and Match
FanfictionDiana Prince era la nueva niña bonita del mundo del tenis, adorada por las masas que acudían a verla jugar, así como por las compañías que hacían cola para conseguir que llevara sus marcas. Mera Xebel era una piloto de aviones con una relación tamba...