Capítulo 29

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—Buenos días, ¿necesitan ayudar para encontrar sus asientos? —El acomodador del Abierto parecía deseoso de escoltar a Mera y a sus acompañantes hasta el palco situado cerca de la pista. La había reconocido por la foto del periódico de la semana anterior, junto con las otras dos morenas que estaban con ella.

—Gracias, sabemos dónde están. ¿Habéis visto a Bobbie? —preguntó Mera.

 La final iba a comenzar al cabo de una hora y no se veía a su amiga por ninguna parte. El único que parecía fuera de lugar era Logan, que llevaba chaqueta para ocultar su arma. Se suponía que tenía que vigilar a Diana, pero la tenista le había dicho que si no se sentaba en las gradas con Mera, no podía venir. Lo único que preocupaba ahora a Mera era que estuviera tan embelesado con el partido que ni siquiera se diese cuenta si un gorila veloz se sentaba con ellos.

—Está aparcando el coche. Ese encanto nos ha dejado en la puerta diciendo que no quería que estuviéramos demasiado tiempo al descubierto —contestó Zaty. Detrás de ella, Lena y Kara estaban sentadas cogidas de la mano y compartiendo un bollo.

Abajo, Diana pensó en todos los juegos que le habían hecho falta para llegar a este punto. Un punto en el que se había encontrado en numerosas ocasiones para al final no conseguir su objetivo. Al otro lado del vestuario estaba sentada Lee Darnell, la desconocida que había ido subiendo por las filas hasta convertirse en la heroína del torneo. Todas las cabezas de serie que habían subestimado a la recién llegada de Texas se habían vuelto a casa desconcertadas por su nivel de juego.

Cambiando sus costumbres, Diana dejó vagar la mente pensando en otras cosas aparte del próximo partido, para intentar que se le calmara el estómago. Nunca fallaba y los nervios previos al partido le habían dado un susto a Mera esa mañana. Encontrarse a Diana vomitando en el cuarto de baño no entraba en su lista de cosas que esperarse y la piloto había tardado un rato en creerla cuando le dijo que le ocurría siempre antes de cualquier final en la que jugara.

Su amigo el encantador de serpientes había estado tranquilo desde el susto del apartamento, y Diana tenía la esperanza de que siguiera así hasta que acabara el partido. Tener a un agente de policía protegiendo a Mera era una cosa menos de la que preocuparse, de modo que se fijó en Lee Darnell para ver qué hacía.

La joven estaba sentada con la cabeza hacia atrás y los ojos cerrados, como si estuviera aburrida y esperando un autobús. No se movió en absoluto hasta que las llamaron para calentar. El ruido de las cámaras al disparar empezó en cuanto las dos salieron del túnel. Diana dedicó un momento a mirar hacia las gradas y sonreír a Mera. Sintió un calor por dentro al abrir la bolsa y sacar una raqueta. La tensión desapareció y Diana se dispuso a jugar.

—Hago esto para agradarte, Señor.

—Perdone, ¿ha dicho algo? —preguntó la señora mayor sentada a una sola fila de distancia de la pista. El caballero sentado a su lado había estado murmurando para sus adentros desde que se había sentado.

—He dicho que el Señor esté con usted.

—Gracias. —Le sonrió y luego se puso a hablar de nuevo con su marido sobre las condiciones de Diana y sus posibilidades de ganar este año.

En la pista, Diana había vuelto a su silla y sacó una toalla para secarse los ojos. Algo traído por el viento se los había irritado tanto que parpadeaba sin parar.

Fue el grito de la señora mayor lo que hizo que se volviera para ver qué le pasaba. La voz era la misma de la noche del ataque ante el restaurante.

—Muerte a los que pecan contra Dios.

El dolor y la creciente mancha de sangre sobre el blanco de su ropa de tenis ocurrieron casi simultáneamente.

Diana no perdió el tiempo y usó la toalla para apartar el extremo del cuchillo cuando el hombre lo echó hacia atrás para volver a clavárselo y así tener tiempo de coger su raqueta. La blandió y la afilada hoja cortó las cuerdas.

Game, Set and MatchDonde viven las historias. Descúbrelo ahora