Capítulo 13

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Diana metió todo el equipaje de Mera en el maletero del coche después de que Mera se hubiera vestido. Se cuadró ante la piloto al verla salir de la habitación vestida de uniforme y se llevó un manotazo en el brazo.

Cuando se marcharon, ninguna de las dos vio a la mujer desaliñada que estaba sentada en una de las dunas que separaban las casas. Todavía no era mediodía, pero Gail tenía un vaso de whisky en una mano y en la otra el trozo de papel que se había encontrado en la playa el día antes. Sabía que Diana había mentido sobre Mera, y al ver a su novia en el coche, lo confirmó.

—No digas que no te he advertido, Diana Prince.

Mera estaba en la cola para despegar detrás de otros cinco aviones, de modo que se puso a pensar en los dos últimos día de su vida. Había dejado a Gail y había conocido a Diana; esto último la hizo sonreír.

Diana la había llevado al aeropuerto y se había empeñado en aparcar y acompañarla dentro. Era increíble la cantidad de gente que había reconocido a la estrella del tenis que caminaba a su lado cuando se dirigían a su puerta de embarque.

Ya en la puerta, Diana le dio su equipaje de mano y una tarjeta con todos sus números. Antes de despedirse, una mujer se había acercado con su hija pequeña y le había preguntado a Diana si querría hacerse una foto con la niña. Diana le entregó la cámara a Mera y posó con la madre y la hija. Mera estuvo a punto de tomarles el pelo diciéndoles que iba a tener que alejarse para que sus sonrisas cupieran en el encuadre.

Como la noche anterior, Diana la besó suavemente en los labios y luego se dio la vuelta y se marchó. Mera volvería a su turno de vuelos y Diana a sus duros entrenamientos para prepararse para Nueva York y el Abierto.

La voz de la torre de control le habló en el oído y recibieron autorización para despegar.

—Adiós, Diana.

Su copiloto la miró para ver si había dicho algo, pero Mera estaba concentrada en hacer despegar el avión del suelo. Mera estaba segura de que en los próximos dos meses Diana se olvidaría de ella y pasaría a otra persona.

Desde tierra, Diana se quedó mirando el avión que despegaba mientras pensaba lo mismo sobre Mera.

—Está preparada, Clark. Creo que las demás mujeres de este torneo lo van a pasar fatal —dijo Kara un día después de entrenar.

Diana había empleado el mes para trabajar todos sus golpes y mejorar su resistencia mediante ejercicios físicos. Clark había tenido en cuenta el calor más acusado de lo normal que hacía en Nueva York ese verano y le había programado horas extra para correr.

—Gracias, Kara, me encuentro bien y me apetece jugar. ¿Me prometes que vendrás a entrenar conmigo? —Diana se secó la cara y recogió sus raquetas tras su último entrenamiento en casa.

Se iban a tomar libres los dos próximos días para ocuparse de los últimos detalles antes de partir hacia Nueva York.

Abby se iba a quedar con Bruce durante un par de semanas hasta que su amigo volara a la ciudad para reunirse con Clark y con ella.

—No me lo perdería por nada del mundo, sobre todo si va a estar Lena. Si no puedo tenerte a ti, amiga mía, voy a intentar ligarme a esa hermana tuya. —Gracias a una cuidadosa planificación, las hermanas de Diana asistirían a la mayor parte del torneo—. Si tengo suerte, podré comparar su culo con ese anuncio que hiciste hace semanas.

—Por favor, no me lo recuerdes. Hablaré bien de ti y te veré dentro de dos semanas. Clark nos ha reservado horas para jugar cuando llegues.

Kara besó a Diana en ambas mejillas antes de marcharse, prometiendo que la llamaría en cuanto llegara a Nueva York.

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