EPÍLOGO

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Casi un año después, el apartamento de Mera estaba amueblado y se reservaba para las ocasiones en que estaban en la ciudad, pero la piloto había decidido mudarse a vivir con Diana en Florida. Vivir con la tenista fue la decisión más fácil que había tomado en su vida, y nunca echaba de menos la vida que había dejado en Nueva York. La Virgin le había facilitado la transición, permitiéndole cambiar su centro de salidas a Miami.

A Diana le gustaba cocinar, leer y dar paseos por la playa con ella. Si fuese más perfecta, Mera juraría que Diana era como vivir con un anuncio de contactos personales. Se quedó mirando por la ventana de la cocina mientras Clark y Kara hacían trabajar a su amante para prepararla para Wimbledon.

Mera apagó el horno y sacó el asado que había estado dorando antes de salir por la puerta.

—Si entras ahí y te acercas a esa bandeja, yo misma te llevo a la perrera, señorito, y me vuelvo con un gato —amenazó a Abby.

El perro se tapó los ojos con una pata y gimoteó, haciendo su mejor número de inocencia.

—No me pongas esa cara de "¿quién, yo?", Abby Prince. En eso eres igualito que tu mamá, así que no me lo trago.

El perro siguió a Mera hasta la pista, agitando la cola ante la posibilidad de perseguir bolas de tenis. Diana lanzó una por encima de la valla en su dirección y Abby se sintió en el paraíso perruno.

—Ya os podéis ir a casa, colegas, ha llegado la jefa para su lección de tenis —les dijo Diana a Clark y Kara.

—¿Podemos despedirnos de ella primero? —preguntó Clark.

—Que sea rápido. Es más mona que vosotros y la he echado de menos teniendo que estar todo el día aquí fuera con vosotros dos.

Mera se echó a reír y saludó agitando la mano a los dos amigos que se iban. Saber que estarían allí para cuidar de Diana hasta que ella pudiera ir a Inglaterra era un consuelo. El desconsuelo era pensar en todas esas noches en las que tendría que dormir sola cuando Diana se fuera.

—¿No estás demasiado cansada?

—Qué va, nunca estoy demasiado cansada para ti, Mer. ¿Qué tal si echamos un partido con incentivos para la lección de hoy?

—¿Un partido de tenis con incentivos?

—Sí, te quitas una prenda de ropa por cada punto que pierdas. —Diana meneó las cejas con la propuesta.

—¿Quieres que juegue al strip tenis con la jugadora número uno del mundo?

—Mm, sí. Venga, será divertido, y te dejo sacar a ti primero.

—Oh, seguro que así gano. —Mera cogió la raqueta que le tendía Diana y fue a la línea de saque. 

Cuando estuvo preparada, Mera intentó recordar todo lo que había aprendido sobre el servicio. Abby ladró detrás de Mera y la bola salió volando en un ángulo extraño cuando intentó golpearla—. Silencio en el gallinero, que no es que me esté guardando ases en la manga.

Mera lo intentó de nuevo y Diana, fiel a su palabra, ralentizó mucho su juego. Así y todo, Diana ganó el primer punto. Con exagerada lentitud, Mera se quitó la camiseta y la lanzó hacia atrás. Cuando apenas había tocado el suelo, Abby salió corriendo con ella. La piloto botó la siguiente pelota más tiempo de lo normal cuando los ojos de Diana se quedaron clavados en el sujetador de seda verde oscuro que llevaba.

Con el siguiente golpe, Diana se olvidó y devolvió la pelota con tanta fuerza que Mera ni siquiera intentó alcanzarla y se limitó a quitarse los pantalones cortos.

Game, Set and MatchDonde viven las historias. Descúbrelo ahora