—Gracias por venir a todos mis partidos hasta ahora. Para mí es muy importante levantar la mirada y verte sentada en las gradas —dijo Diana suavemente y estrechó más a Mera.El sólido cuerpo cargado de curvas le resultaba tan gozoso pegado a ella que Diana no pudo evitar dejar que sus manos se pasearan un poco. Mera era tan bella físicamente que le recordaba a Diana una cosa que había leído una vez en un libro. "Tenía figura de reloj de arena con treinta minutos extra añadidos porque sí". O algo así, y ahora sé a qué se refería. El pensamiento vagó por la mente de Diana mientras su mano se posaba en el trasero de Mera.
La boca de Mera se curvó en una sonrisa al oír lo que había dicho Diana. Era muy tierno, teniendo en cuenta la cantidad de gente de todo el planeta pegada a sus televisores para poder ver jugar a Diana, que fuese Mera quien más le emocionaba a la tenista tener allí.
—No más importante de lo que es para mí estar ahí para verte jugar. En cierto modo, es un poco raro.
El largo cuerpo que estaba debajo de Mera se agitó un poco cuando se echó a reír.
—¿Raro?
—No raro en el sentido de extraño, mi amor. Raro en el sentido de ver a alguien que hace una cosa para ganarse la vida que otra gente quiere ver y aplaudir. ¿Tú le ves el sentido?
—Nunca me lo he planteado así.
—No me quejo, me gusta ver cómo haces algo que te encanta. A mí me encanta volar, pero no tengo un club de fans y no aparezco con el culo al aire en un cartel publicitario en Times Square. —Mera besó la extensión de piel que tenía bajo los labios, deseando que el torneo terminara para que Diana se pudiera relajar un par de semanas.
—No estés tan segura, yo soy una gran fan tuya, y si quieres, puedo decirle a Bruce que hable con Nike. He visto tu culo y sin la menor duda puede competir perfectamente con el mío en Times Square.
—No sé por qué eres fan mía. Hoy casi logro que te maten. —Mera se subió un poco y apretó la boca de Diana con los dedos para detener la protesta que se avecinaba—. Sabes que tengo razón. La loca ésa no habría intentado matarte de no ser por mí.
Diana abrió la boca y mordisqueó los dedos de Mera, logrando que la mujer más menuda se echara a reír y olvidara la depresión que le estaba entrando.
—Yo también querría matar a alguien si te apartaran de mi lado, Mer. Eres tan especial y te quiero tanto... Los dedos volvieron a detener a Diana al tiempo que la cara de Mera se teñía de rojo.
La idea de lo que podría haberle ocurrido a Diana se coló de nuevo en el cerebro de Mera como una pesadilla y soltó un sollozó desde lo más hondo del pecho. Cuando el cuchillo de Gail se clavó en la bolsa de Diana, en ese instante de violencia, Mera se dio cuenta de que estaba tan enamorada de ella que se habría muerto al ver herida a Diana. Qué tragedia habría sido saber eso en un instante para que se lo arrebataran al instante siguiente.
—Tú no me has apartado de nadie, Diana. Lo intenté, de verdad que lo intenté, pero las peleas y la bebida me habían agotado. Esa noche Gail me dio miedo en aquellas dunas y no he podido olvidar la cara que tenía mientras luchaba por no pegarme. Ahora ha intentado hacerte daño a ti. —Mera se echó a llorar de verdad al confesar esto.
—Oye, Mer, tranquila. Estamos bien y Gail ya no puede hacernos daño. Venga, todo va a ir bien. —Diana estrechó a la llorosa mujer entre sus brazos y la sostuvo mientras hablaba—. ¿Quieres saber una cosa de la que me he dado cuenta hoy? — La cabeza morena asintió contra su pecho y el llanto se fue calmando, sustituido por hipidos.
—Hoy estaba jugando y Marsha me estaba dando una paliza, regodeándose a placer, y por un momento pensé que iba a perder contra la niña bonita de América. —Mera levantó la cara del pecho de Diana, interesada por saber por dónde iba la historia—. El año pasado la sola idea me habría cabreado, por todo el esfuerzo que supone prepararse para un torneo como el Abierto, pero este año pensé que tú no me ibas a despreciar si perdía, por lo que no me importaba tanto, Levanté la mirada y te vi ahí, mordiéndote las uñas, y de repente caí en la cuenta.
—¿De qué, tesoro?
—De que te quiero, Mera. Entiéndeme bien, no te considero un trofeo, pero si pudiera ganar tu corazón, podría no volver a ganar otro partido de tenis y me daría igual.
En los libros cuando alguien confiesa su amor, la chica le da un besazo, no se echa a llorar como si se le acabara de morir el perro, pensó Diana cuando Mera se puso de nuevo a sollozar pegada a su pecho.
—Podrías decirme eso un millón de veces al día y jamás me cansaré de oírlo.
Diana usó el faldón de su camiseta para secarle la cara a Mera después de que lograra decir eso entre lágrimas.
—Basta de lloros por esta noche, cosita bonita. Vamos a dormir para que mañana no estés cansada en el trabajo. ¿Dónde vas por la mañana?
—Tengo un vuelo por la mañana hasta Houston y de ahí a Dallas, donde me quedo enfriando motores tres horas antes de volver. He aceptado el horario cacoso esta vez para poder cogerme unos días para ver el resto de tus partidos.
Diana rodó de lado para poder arropar el cuerpo de Mera con las mantas. Después de un tierno beso, Diana se pegó a ella por detrás y se relajó.
—¿Cómo voy a dormir cuando vuelvas a Florida? —preguntó Mera, poniendo la mano sobre la que Diana le había colocado en el abdomen por debajo del camisón.
—Muy fácil, no voy a volver a Florida. Al menos, no sin ti. — Mera sonrió en la oscuridad al oír la respuesta y se puso la mano de Diana entre los pechos.
Detrás de ella, Diana sonrió también al saber que la respuesta había acabado con algunos de los demonios que poblaban la mente de Mera.
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Game, Set and Match
FanfictionDiana Prince era la nueva niña bonita del mundo del tenis, adorada por las masas que acudían a verla jugar, así como por las compañías que hacían cola para conseguir que llevara sus marcas. Mera Xebel era una piloto de aviones con una relación tamba...