Capítulo 16

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—Has herido mis sentimientos —dijo Mera en voz baja, de pie junto a la silla vacía de la mesa de Diana.

Ése debe de ser el mantra que inspiro a las mujeres, pensó Diana al levantar la mirada del libro que tenía en la mano y posarla en la mujer que ahora se había sentado a su mesa.

—¿Y cómo, por favor, he hecho tal cosa? — Diana levantó la mirada del poema que estaba leyendo y miró por encima de Mera a la alta rubia que parecía ser su acompañante constante.

Alzó su taza de chocolate y saludó a la mujer, que ahora parecía pasmada y que estaba mirando a la persona con la estaba cenando sentada con otra.

—No me llamaste este verano. —Mera jugueteaba con la servilleta que tenía en la mano y que se había traído de su mesa sin darse cuenta.

Estaba respirando hondo para organizar todas las ideas que se le pasaban por la cabeza. Eran todas las cosas de las que había querido hablar con Diana y ahora le salían como reproches.

—Es cierto, no lo hice. —Diana echó una larga mirada a la mujer que había ocupado la mayor parte de sus pensamientos cuando no estaba inmersa jugando al tenis durante ese verano.

—Pensé que lo harías por lo menos una vez, después de... bueno, después del tiempo que pasamos juntas.

—Yo también lo pensé, capitana, pero no me correspondiste con tus números, por lo que no sabía cómo ponerme en contacto contigo. Si querías hablar conmigo, tú tienes todos y cada uno de los números con los que encontrarme al otro lado. En Virgin Airlines son muy amables, pero dar información sobre sus empleados no forma parte de su servicio de atención al cliente. Así que ya ves, lo intenté, pero al parecer no querías que te encontrara. —Diana no había cerrado el libro que estaba leyendo y no le había pedido a Mera que se sentara con ella.

Tampoco se le había pasado por alto que se estaba enfadando.

Mera no le había prometido nada al marcharse, por lo que no tenía motivo para enfadarse ahora que la piloto estaba aquí con otra persona. Esa otra persona que se la había estado comiendo a besos dos semanas antes en el otro restaurante donde las había visto. Se cosecha lo que se siembra, Diana, y como has plantado una hilera tras otra de mujeres desdichadas por todo el planeta, esto es lo que obtienes.

—Claro que te di mis números. —Ante el tono cortante de Diana, Mera no sabía qué hacer.

—Capitana, no me voy a quedar aquí sentada discutiendo contigo, pero no, no me los diste. Te alojaste en mi casa, jugaste con mi perro, pero no dejaste atrás información alguna sobre ti al partir. Además, veo que la vida te va muy bien. No comprendo qué sentido tiene que hablemos, a menos que lo que quieras es regodearte y eso, querida mía, me parece un poco indigno de ti. —Diana levantó la taza y volvió a saludar a Bobbie. La mujer estaba sentada a la mesa con la barbilla apoyada en la mano, observando lo que ocurría no muy lejos de ella, y alzó de nuevo su copa hacia Diana. Sus ojos pasaban de Diana Mera como si estuviera viendo un tipo especial de partido de tenis.

—¿Qué demonios quieres decir con eso? —Mera se echó hacia atrás e intentó dilucidar por qué Diana se mostraba tan desagradable.

—Tu cita se empieza a sentir sola, capitana.

—Estoy segura de que a mi amiga no le importa quedarse sola un minuto mientras yo estoy aquí saludándote. Aunque no sé para qué me he molestado, puesto que parece que te ha picado una especie de mosca en el culo. Bobbie es la persona con la que he estado viviendo y no salgo con ella, bueno, técnicamente no.

—¿Algún problema, señorita Prince? —Barry regresó con su entrante y vio a la mujer sentada con Diana. Tanto él como todos los que los rodeaban notaban que ninguna de las dos parecía muy contenta.

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