Mera casi tiró a Bobbie por las prisas de alcanzar a Diana antes de que se marcharan. La tenista no había mirado en su dirección, y Mera se quedó tan sorprendida al ver que Diana estaba con Clark y no con un ligue que por un momento se quedó inmóvil.Llevaba semanas convencida de que Diana había pasado a otra cosa y se había esforzado por aceptar que su pequeño tonteo veraniego sólo había sido eso. Una agradable velada que no iba a llegar a nada.
Una pareja se estaba apeando de un taxi cuando salieron, y Clark le sostuvo la puerta a Diana. Vio a la persona que salía corriendo de las sombras cuando se volvió para decirle a Diana que se diera prisa. La distancia que los separaba le impidió hacer nada salvo mirar impotente, pero Diana se volvió al ver su cara de pasmo.
Llevaba la cara cubierta por un pasamontañas azul de esquiar, pero el gran cuchillo de caza que llevaba en la mano era bien visible. Lo único que oyó antes de sentir el dolor fue:
—Muerte a los que pecan contra Dios.
Diana sujetó por la muñeca la mano del asaltante que sostenía el cuchillo y ésa fue la única razón que impidió que la espantosa hoja se clavara del todo, causando daños más graves. Desde donde estaba, Clark vio la mancha roja que se mezclaba con el morado del vino sobre la camisa y la chaqueta de Diana. Antes de que pudiera poner los pies en movimiento, el asaltante regresó corriendo al callejón y desapareció.
El corte la había alcanzado casi en medio del pecho, como si el tipo del cuchillo hubiera querido atravesarle el corazón, y era tan profundo que la sangre se colaba entre los dedos de la mano con la que Diana se apretaba el pecho. A Diana se le ocurrió pensar estúpidamente que no estaba anémica al ver lo oscura que era su sangre en contraste con el blanco de su camisa.
—Creo que tal vez lo que se impone es un poco de flan de tapioca del hospital, Clark. Y toma nota por mí para recordarme que nunca más vuelva a aceptar una invitación tuya a cenar. Eres como un imán ambulante para los desastres cuando se trata de mí y las mujeres — bromeó Diana.
Su voz sacó a Clark de su estupor y se puso en movimiento para ayudar a Diana a entrar en el taxi. Mera salió justo a tiempo de ver la mueca de dolor de Diana al entrar en el vehículo y la sangre que le cubría la mano, visible a la luz de la puerta del restaurante. La tenista y su entrenador no vieron a Mera, que se quedó paralizada en la entrada del restaurante.
—No es mortal, y ésa es la buena noticia. La mala noticia es que voy a tener que darle un mínimo de seis puntos para cerrar el corte. —El médico de urgencias había limpiado la herida y estaba anestesiando la zona antes de empezar a suturar mientras les ofrecía el diagnóstico.
Todavía daba gracias a cualquier deidad que estuviera escuchando por haber estado de guardia cuando Clark entró con una pálida Diana.
—¿Afectará a mi juego? —preguntó Diana.
—Bueno, señorita Prince, yo no le recomendaría jugar, al menos hasta que le quitemos los puntos.
—Está de broma, ¿verdad? No llevo todo el verano pelándome el culo para quedarme viendo el Abierto de Estados Unidos en la habitación de mi hotel. —Prince estaba a punto de levantarse y salir en busca de otro hospital si las respuestas de este tipo no empezaban a cambiar.
—No, un tirón jugando al tenis y estas cositas que estoy a punto de ponerle se podrían saltar. Yo no le recomendaría jugar hasta que esté curada.
—Diana, ¿puedes hacer el favor de quedarte ahí echada hasta que este simpático doctor termine? Faltan dos semanas para el torneo, estaremos bien.—Clark estaba ocupado estudiando el tablón de anuncios de la sala, esforzándose por no mirar el pecho ensangrentado de Diana y la raja de mal aspecto que le marcaba el tórax en el lado izquierdo.
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Game, Set and Match
FanfictionDiana Prince era la nueva niña bonita del mundo del tenis, adorada por las masas que acudían a verla jugar, así como por las compañías que hacían cola para conseguir que llevara sus marcas. Mera Xebel era una piloto de aviones con una relación tamba...