Capítulo 22

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—Señora, por favor, no puede atacar a una persona esposada. —Uno de los agentes de seguridad miraba a Diana para ver si estaba dispuesta a ayudarlo a separar a Mera de la mujer a quien la policía intentaba llevarse detenida. En cuanto le quitaron el pasamontañas, todo el mundo se quedó de piedra cuando Mera se lanzó contra Gail con la intención de machacarla y de hecho consiguió darle unos cuantos puñetazos antes de que los de seguridad lograran sujetarla.

—¿Y por qué no? Acaba de intentar matar a Diana. Yo creo que eso me da derecho a pegarle un puñetazo. —Tenía el puño preparado por si el agente de seguridad estaba de acuerdo con ella.

—Vamos, matoncilla, no te vayan a llevar a ti también al calabozo —dijo Diana.

Fue Gail la que trató de abalanzarse sobre ellas cuando Diana se acercó más y pegó a Mera a su cuerpo abrazándola. El hombre alto que la había estado sujetando tiró a Gail al suelo y se sentó encima de ella hasta que la policía que acababa de llegar se la pudiera llevar detenida.

—¿Conoce a esta mujer, señorita Prince? —El hombre que se lo preguntó mostró su placa mientras otros dos agentes se llevaban a Gail a un coche patrulla que esperaba.

Diana explicó de qué conocía a Gail y por qué creía que la mujer la había atacado. Lo único que no sabía era si había sido Gail quien la había atacado aquella noche fuera del restaurante. Cuando Clark, las hermanas de Diana y Bobbie llegaron para recogerlas, la policía ya se había llevado a Gail.

—¿Estás segura de que no te ha herido? —Mera tenía ganas de volver a echarse a llorar, ahora que el motivo de su ira estaba sentado en la parte trasera de un coche de policía. Se había querido morir al ver el cuchillo que se hundía en el costado de Diana con toda la fuerza de la que era capaz Gail.

—Estoy bien, cariño, te lo juro. Ni me ha rozado, pero ojalá los de seguridad no hubieran llegado tan deprisa.

Las pequeñas manos no se detuvieron hasta que Mera se convenció de que el cuchillo sólo había rajado la bolsa y no a Diana.

—¿Por qué?

—Porque... —empezó a decir Diana al tiempo que se agachaba y abría la bolsa, sacando dos de las raquetas—. La muy zorra me ha cortado las cuerdas, y el tipo que me tensa las raquetas está en Florida. —Las dos raquetas que mostró Diana tenían un agujero hacia el centro.

—Seguro que podemos encontrar en la ciudad a alguien que te las pueda encordar como a ti te gusta, cielo. —A Mera le entraron ganas de echarse a reír por la cara que le puso Diana, pero pensó que a Diana no le haría gracia. Volvió a tener una sensación de hilaridad desbordante, teniendo en cuenta lo que le podría haber ocurrido a Diana, cuando Clark vio lo que sujetaba su estrella y se le llenaron los ojos de lágrimas.

—¿Todas? —preguntó el compañero del entrenador. Diana asintió con la cabeza contestando la pregunta de Bruce, y al instante éste se puso a marcar un número en su móvil.

A su lado, Clark se limitó a comentar:

Mera pensó que ya acabarían diciéndole cuál era la tragedia mientras el grupo examinaba todas las raquetas de la bolsa.

El trayecto de vuelta al piso de Mera transcurrió en silencio una vez terminaron de hablar con el inspector de policía asignado al caso. Bobbie miró un par de veces por el espejo retrovisor cuando el tráfico se detuvo y vio a Mera abrazando a Diana, que iba dormida. Cuando sus ojos se encontraron, Mera le mostró los dedos cruzados y sonrió. Tener una ex amante que había intentado asesinar a la actual era una experiencia nueva para ella. No sabía que era digna de que se luche por mí hasta este extremo.

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