— Señoras y señores, si son tan amables de recoger sus mesas y colocar sus asientos en posición vertical, aterrizaremos dentro de pocos minutos. En Nueva York hay una agradable temperatura de treinta grados centígrados y son las nueve y quince minutos, hora local. Los miembros del personal que están recogiendo las bebidas les darán toda la información que necesiten sobre vuelos de conexión. En nombre de la tripulación y en el mío, les damos las gracias por volar con Virgin y esperamos poder servirlos en futuros vuelos. —Mera desconectó el micrófono y se concentró en las luces de aterrizaje que los llevarían de vuelta a JFK—. Buen trabajo, chicos, me alegro de que este día haya acabado por fin. —Mera volvió a comprobar su posición e hizo unos pequeños ajustes para la aproximación final. La escala en Dallas se había alargado cuarenta y cinco minutos más a causa de un pasajero estúpido que había intentado subir a bordo con una pistola cargada y había logrado pasar por el primer control de seguridad. Eso y la portada del periódico competían para desquiciarle los nervios.—Cuando quieras, Mer. ¿Hay posibilidades de que veamos a Kong en el aeropuerto? Nos hemos enterado de que nos lo perdimos hace un par de días —le tomó el pelo su navegante, haciendo caso omiso de la rápida mirada fulminante que le lanzó ella.
Mera se situó en la puerta con el resto de la tripulación para despedirse de al menos un par de pasajeros. Si se daba prisa, tal vez podría llegar a casa antes de las once y Diana no estaría durmiendo. Cuando la tripulación se empezó a mover más despacio delante de ella, Mera se preguntó por qué la zona de espera seguía abarrotada de gente, teniendo en cuenta la hora y que estaban en el pasillo de vuelos nacionales del aeropuerto. Lo que vio fue una confirmación de que si Diana era la persona con la que iba a pasar el resto de su vida, esa vida jamás sería aburrida ni escasa de bromas.
Diana estaba firmando autógrafos para algunos risueños fans y llevaba una chapa para marcar animales colgada de la oreja y una correa alrededor del cuello. Hasta que se volvió de cara a la gente no pudieron leer la camiseta que respondía a la pregunta que había planteado la de Mera. El letrero de Cazada y marcada les dio a todos un ataque de risa y Mera meneó la cabeza.
Sí, de aburrida nada, pensó Mera al tiempo que Diana le pasaba la correa cuando se acercó.
—Y no lo olvides, Prince. Tengo testigos —dijo Mera, frunciendo los labios para recibir un beso de bienvenida que Diana le dio al instante—. ¿Qué haces aquí? Tenías que estar en casa descansando para mañana.
—Tengo buenas noticias y noticias no tan buenas. Y podemos hablar de eso más tarde. ¿Por qué no me presentas a todas estas personas tan guapas de uniforme que están apelotonadas detrás de ti?
Mera se volvió entre los brazos de Diana y la presentó a su tripulación, notando cómo se movía el bíceps que tenía apoyado en su hombro cada vez que Diana estrechaba la mano a cada persona nueva. Su capitana se estaba planteando encargar a más de uno la limpieza de los servicios si seguían echando miradas provocativas a Diana.
—Esto podría venir bien —dijo Mera tirando ligeramente de la correa que tenía en la mano antes de soltarla del cuello de Diana. Se dirigieron cogidas de la mano a la salida, donde Bobbie las esperaba en su coche.
Diana la había sobornado con otra entrada para el partido del día siguiente si las llevaba a la ciudad. La alta rubia vio que Mera estaba enfadada al tiempo que intentaba convencer al tipo que estaba a punto de ponerle una multa de que sólo iba a estar aparcada dos minutos más.
—¿Que la han soltado? Pero intentó matarte, Diana.
—Soy consciente, todas mis cuerdas hicieron el sacrificio final por mí — bromeó Diana.
—Esto no tiene gracia. La gente que hace cosas así no se merece estar suelta por ahí. Seguro que ahora está planeando su próximo ataque.
—Mer , cálmate. Si acaso, Gail estará intentando dar con un buen abogado, no con otra forma de matarme. Quería venir a recogerte para decírtelo y que no te cabrearas al enterarte por otra persona, pero ya veo que sólo me hacía ilusiones —dijo Diana al tiempo que abría la puerta de atrás del coche.
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Game, Set and Match
FanfictionDiana Prince era la nueva niña bonita del mundo del tenis, adorada por las masas que acudían a verla jugar, así como por las compañías que hacían cola para conseguir que llevara sus marcas. Mera Xebel era una piloto de aviones con una relación tamba...