Capítulo 19

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—Gracias otra vez por las entradas, me ha encantado verte jugar. — Mera se sentó al lado de Diana, pues quería estar cerca de ella.

Esa mañana se había sentido llena de felicidad al despertarse y sentir el largo cuerpo pegado a su espalda. Mera estaba tan a gusto que volvió a quedarse dormida con una sonrisa en los labios.

—¿Vas a seguir en la ciudad el sábado? —preguntó Diana, atándose un zapato.

—Sí, mi próximo vuelo no es hasta el domingo a mediodía, pero volveré esa misma noche. Tengo un horario ligero hasta que me instale.

—Bien, entonces puedes venir al siguiente partido. O sea, si quieres. — Diana jugueteó con el otro zapato, esperando a que Mera dijera algo.

La cercanía de la piloto estaba echando a perder su seguridad habitual.

—Me encantaría. —La piloto se inclinó un poco más, alargando la mano para quitarle el zapato a Diana. El encanto de lo que habían descubierto en Florida empezaba a serle cada vez más atrayente.

Diana se inclinó del todo y la besó. No fue erótico, pero las dos sintieron la sacudida.

—¿Crees que podrá sobrevivir a otro partido? —Diana señaló a Bobbie, que estaba estudiando la pared como si fuese una fascinante obra de arte.

—¿Sabes hacer reanimación cardiorrespiratoria? —Mera miró a Diana con toda seriedad.

—Se me da mejor el boca a boca.

—No me cabe duda. Vamos, estrella, tus fans te van a sacar a cenar. — Mera le devolvió el zapato a Diana y le robó otro beso antes de que se agachara para ponérselo—. No hagas planes para el sábado, Daley, que nos han vuelto a invitar. El baile de alegría que se marcó la mujer que estaba junto a la pared estuvo a punto de conseguir que Diana se cayera del banco, del ataque de risa que le dio.

Bobbie se fue sola a casa en un taxi después de cenar, dejando que Diana y Mera se fueran caminando al nuevo piso de la pelirroja.

Habían optado por un pequeño restaurante chino donde la presencia de Diana causó sensación entre el personal. Mera estaba segura de que su fotografía estaría enmarcada y colgada de la pared la próxima vez que fuese a encargar comida para llevar.

—¿Quieres subir un rato?

—¿Aún no te has cansado de mí? —Diana levantó las manos que tenían unidas y besó el dorso de la de Mera.

—Estaba pensando que serías tú la que a estas alturas estaría aburrida de mí. —Quería parecer segura de sí misma, pero ver a Alicia de cerca esa tarde le había metido ideas raras en la cabeza.

—Para ser alguien que ha ocupado gran parte de mis procesos mentales desde este verano, no eres muy inteligente.

Mera se echó a reír por el insulto y se preparó para responder, pero Diana bajó la cabeza y la besó. La pasión de los suaves labios borró las dudas de Mera. Diana Prince era joven, pero era la persona que Mera había estado esperando. La que había despertado su alma, además de otras partes de su anatomía.

—Buenas noches, dulce Mera. —Diana la besó de nuevo antes de soltarla.

—Por favor, quédate.

—Tómate un poco de tiempo y piensa en lo que quieres. Yo no tengo prisa, Mera, pero por una vez tampoco estoy jugando.

La distancia que había entre ellas, aunque no llegaba a un metro, era inaceptable para Mera.

—Mi problema hasta ahora es que pienso demasiado, ahora sólo quiero sentir lo que es estar viva. Sentirme como la persona que tú ves cuando me miras así. —Diana se olvidó de sus puntos y levantó a Mera del suelo—. Quédate y abrázame. No tenemos que ir más lejos por ahora — dijo Mera, abrazándose al cuello de Diana para el trayecto hasta arriba.

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