Capítulo 28

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—¿Por qué siempre te huele tan bien el pelo?

—Vi la marca de champú que llevas en la manga derecha y decidí probarlo —contestó Mera. Estaba acurrucada en la cama y Diana estaba pegada a ella, pasándole los dedos por el pelo pelirrojo.

—Sigue así y tendré que darte unos azotes.

—Por atractiva que sea esa idea, Logan va a volver dentro de nada y quiero estar vestida para cuando llegue.

—¿Y tú sentido de la aventura, cariño? ¿A mamá Xebel no le encantaría leer las costumbres salvajes y sexis de su niña?

—Tú sigue así y mi madre te va a comer viva. Ya piensa que eres una mala influencia para mi

—No puedo estar tan mal si no consigo convencerte para que te quites estos pantaloncillos.

Mera se dio la vuelta al oír la broma y pasó los dedos por los labios de Diana.

—¿Querrías venir conmigo a conocer a mi madre? —La pregunta le sonó a Diana casi vacilante y puso dos dedos bajo la barbilla de Mera para levantarle la cabeza.

—Yo iría a cualquier parte contigo, cariño, no lo dudes jamás.

La llamada a la puerta fue lo que acabó con el beso que se estaban dando. Diana empezaba a pensar que había una especie de conspiración para impedir que tocara a Mera. Miró hacia la puerta del piso con los mismos sentimientos que tenía por el teléfono que había al lado de la cama de Mera.

—Logan, ¿cómo va la caza del hombre? —preguntó Diana.

—Interesante.

—Le ofrecería una silla para sentarse, pero Mera todavía no ha salido a comprar muebles. ¿Qué tal si salimos los tres a cenar temprano? Cuando haya terminado de hablarme del loco que me persigue, le daré algunas indicaciones para mejorar su tenis.

Fueron en el coche de policía de Logan hasta un pequeño restaurante italiano familiar que al inspector le gustaba antes de ponerse a hablar de perseguidores. Los resultados que había obtenido el laboratorio criminal del FBI eran desconcertantes no sólo para ellos, sino también para la policía de Nueva York. Los federales habían hecho un análisis de la tinta que daba más pistas sobre el atacante, pero qué era lo que indicaban esas pistas seguía siendo un enigma.

—Les entregamos todas las cartas que se han enviado hasta la fecha y no había huellas en ninguna, pero todas tienen una cosa en común — explicó Logan.

—¿El qué? —preguntó Mera. Alargó la mano y le quitó a Diana el quinto palito de pan que se llevaba a la boca.

—¿Qué haces? Tengo hambre.

—Te va a quitar el apetito y no podrás con la cantidad inmensa de comida que has pedido, así que calla y presta atención. —Mera se volvió de nuevo hacia Logan y asintió para que continuara.

—La tinta que ha usado esta persona está mezclada con una toxina. Mis contactos del FBI creían que si estaba usando una clase de tinta especial, podríamos seguirle el rastro hasta el lugar donde la hubiera comprado y así dar con él o ella. Resulta que la tinta es de lo más corriente, pero lo que la hace única es que el tipo la mezcla con veneno de serpiente de cascabel.

Mera se irguió y se quedó mirando la ensalada que le había servido el camarero mientras Logan hablaba. A su lado, Diana cogió el tenedor y se puso a enrollar los fettuccini que había pedido como entrante, preparándose para tomar un bocado. Mera pensó que era como si Logan la hubiera felicitado por los zapatos que llevaba, por la indiferencia que mostraba la tenista.

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