Capítulo 21

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Diana se quedó con la cabeza apoyada en su estómago y las manos a ambos lados del cuerpo de Mera hasta que se dio cuenta de que Mera estaba llorando. Diana subió y cogió a la mujer menuda entre sus brazos hasta que se le pasó la emoción y volvió a respirar con normalidad.

Mera estaba sorprendida de haberse dejado ir de esa forma. Se sentía casi desenfrenada por el modo en que prácticamente había exigido satisfacción. Era la primera vez que gritaba de esa manera al final. Tan inmersa estaba en la boca y los dedos de Diana, que Mera había soltado un alarido, sin importarle quién pudiera haberlo oído.

El sexo nunca había sido una pasión para ella. Para Mera era una obligación inherente a sus relaciones, el precio que había que pagar por tener compañía. El acto en sí nunca le había resultado increíble, pero así era como había conseguido Diana que fuese para ella, y ahora se sentía muy especial.

—Si te digo una cosa, ¿me prometes que no te lo vas a tomar a mal?

Diana bajó la mirada hacia la cabeza morena al oír esa extraña pregunta. Los ojos dorados eran casi como aguamarinas para Mera al mirarla directamente a los suyos cuando levantó la cabeza del pecho de Diana.

Ésta parecía algo temerosa al responder:

—Sí, lo intentaré.

—Nunca me habían follado así. —Después de decirlo, incluso a Mera le sonó mal, y apenas una fracción de segundo después de decirlo, Diana se la quitó de encima, se levantó de la cama y alcanzó sus pantalones—. ¿Qué haces?

—Perdóname, Mera, creía que esto era algo más que follar. Si eso es lo único que querías, tendrías que habérmelo dicho en julio. —La camisa casi se rajó por la violencia con que Diana se la metió por los pantalones. Dos brazos temblorosos le rodearon el cuello cuando se sentó para calzarse y Diana tuvo que hacer acopio de toda su fuerza de voluntad para no apartarlos. Por esto no deberías sentir nada, Diana, duele demasiado.

—Lo siento, no me he expresado bien. —El tono de Mera era casi suplicante, y no tenía la menor intención de soltarse, aunque Mera la arrastrara desnuda hasta fuera.

—No sé, a veces la verdad es lo que sale con más facilidad en estas circunstancias.

—Es la verdad, pero debería haberlo dicho mejor. Por favor, cielo, espera y escúchame. —Mera la estrechó con más fuerza, intentando impedir que Diana siguiera vistiéndose—. Nadie ha conseguido jamás que me sienta como me has hecho sentir tú.

—¿Como qué, un objeto sexual?

A Mera le entraron ganas de echarse a llorar al ver la cabeza gacha y oír el tono abatido de Diana.

—No, como una mujer tan deseable que es digna de ser tomada como lo has hecho tú. Nunca he necesitado que me toquen como te necesito a ti, y te aseguro que nunca he deseado a nadie como te deseo a ti. Estoy enamorada de ti, Diana, pero me alegro de no tener que buscar excusas para que no me ames aquí.—Mera se puso de nuevo a horcajadas sobre la pierna de Diana y alcanzó una de las manos de Diana, la mano cuyos dedos seguían húmedos del lugar donde habían estado metidos, y volvió a colocarla entre sus piernas—. Estoy segura de que casi siempre haremos el amor y nos daremos placer mutuo, pero tal y como me siento ahora, ha sido más que eso. Eso no me había ocurrido nunca, cariño.

—¿Nunca? —Diana alzó un poco la cabeza y miró a Mera a la cara.

—Nunca hasta ahora. ¿Me perdonas? —Mera esperaba que la discusión hubiera terminado porque la mano hundida entre sus piernas le estaba haciendo cosas interesantes a la libido que hasta ahora no se había percatado de que tenía—. Di que sí. Dilo, en serio. —Colocada como estaba, se puso a desnudar a Diana, esta vez del todo.

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