C A P Í T U L O 16

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Lauren

Despertar a media noche se convertía en el terror más grande cuando sus arcadas en el baño al querer vomitar no resultaban. Era una odisea saber que no puedes hacer nada y lo único en lo que puedes ayudar es acariciar su espalda en un intento de calmarla. No sé que tanto ayudaba eso, pero ahí me encontraba en el baño frente al espejo junto a ella viéndonos la cara completamente destrozada por aquellos días de angustia; ella por enferma de cáncer, y yo por intentar ayudarla.

Empezó a toser, pero solo aseguraba estar bien con una leve sonrisa.

¿Pero que tan bien podíamos estar?

—Esto debe parar.

La mañana del 1 de Octubre se contó otra historia. No era vomito lo que me despertaba en la madrugada sino una terrible tos que provenía de su habitación. Era de aquellas que te quemaban el pecho.

Entonces lo volví a escuchar.

La tos.

Fuerte, clara, y con un suspiro que se ve interrumpido por los jadeos al no conseguir aire.

Me acerqué inmediatamente  descubriendo el ligero sudor que cubre su frente y su cuello.

Fruncí el ceño al sentir la temperatura alta en mi mano. No hacía calor, al contrario el frío entraba por la ventana ligeramente abierta.

Intenté bajar la fiebre terrible que su cuerpo sacudía y al no poder lograrlo me vi en la obligación de llamar a una ambulancia la cual tardó prácticamente una hora en llegar al lugar (zona rojo).

—¿Cómo se llama la señora? —Sólo miraba con angustia y terror a mi abuela sobre esa camilla luchando por tomar todo el oxigeno que podía darle esa mascarilla.

Su cabeza calva brillaba por el sudor de la fiebre y sus ojos dilatados se movían en todas direcciones. Desorientada y temblorosa buscó mi mano hasta tomarla con firmeza, fría, y algo húmeda mientras mi mano se mantenía totalmente caliente.

—Señorita... —El paramédico llamó mi atención. —No vamos a poder ayudarla si no nos dice nada.

—Su nombre es Angelica Jauregui, es mi abuela y tiene cáncer.

Las interrogaciones continuaron en cortas palabras y sobre todo terminaban en un , no, tal vez. Porque el paramédico seguía indagando sobre el estado de mi abuela, hasta que llegó a la conclusión de que era algo habitual del cáncer por tener las defensas tan bajas, pero yo me veía sufrir cada vez que la escuchaba toser y coger aire, pensando que la vida se le iba y yo con ella.

Fueron los minutos más eternos los que pase en sala de espera. Llenando los formularios de ingreso, atención, y gastos que necesitaría. Eran sacrificios, así que mientras rascaba mi nuca le entregaba el dinero a la enfermera que me había agarrado de la cartera para que la atendieran lo mejor posible.

Esperé.

Esperé.

Y esperé.

Por varías horas caminando por los pasillos imaginándome los escenarios más malos sobre la salud de mi abuela, era pesimista lo sé, pero era casi inevitable pensar en que podría empeorar hasta... Suspiré y me recordé a mí misma no pensar más en eso, que debía esperar los médicos la estaban atendiendo y todo saldría bien.
¿Pero el dinero?
¿Y lo difícil de poder volver ahorrar?
No podía quejarme, no debía. Para que ella pudiese recibir la mejor atención médica era necesario hacer sacrificios para que no se preocupara por lo que el estado no podía pagar. Porque aún recibía ayuda y eso era un alivio.

Amor en tiempos difíciles; Camren  [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora