Amor en tiempos difíciles; Camren [Terminada]

C A P Í T U L O 9

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Lauren

Cuando volví a casa mi abuela se empeñó en que comiera. Me dijo que así pasaría el mal rato a causa de ese ojo morado que tenía. No pronunció nada después de eso, pero no puedo negar que sus ojos me miraban con preocupación, y angustia al no obtener respuesta por mi parte desde que llegué a casa, cuando claramente le había dicho que saldría con una amiga.

¿Qué había pasado para llegar así?

Su mente posiblemente estaba debatiéndose por el mal estado de mi cara y las nulas declaraciones que le daba.

La tenue luz de la sala apenas iluminaba el comedor, donde ninguna de las dos parecía moverse. Ella comía en silencio. Yo solo jugaba con el tenedor sobre las papas y los guisantes. El agua del vaso dejaba una huella circular a causa de la humedad que de el cristal exterior surgía mojando la madera algo desgastada de la mesa y casi carcomida por las veces que arrastraba mis uñas hasta levantar las costras de ella.

Suspiré algo nerviosa al levantar la mirada y descubrir los ojos de mi abuela observándome desde el otro lado.

—¿Vas a contarme qué ha pasado? —Dejó el tenedor sobre el plato aunque fue algo complicado con sus manos temblorosas. —Me dijiste que llegarías tarde porque saldrías con una amiga.

—Eso hice, abuela. —Tragué saliva apartando un poco el plato de la mesa. Ya no tenía hambre, el apetito se me había ido y temía que si le daba otro mordisco a las papas terminaría vomitándolas.

—¿Entonces cómo me explicas ese ojo morado?

—Tuve un accidente en la escuela.

—¿Un accidente? —Su cuestionario solo hacía sentir peor a mi estómago hasta el punto de quejarse por las terribles nauseas.

—Un chico me molesto hoy. —Le confesé.

Parecía tensarse. Era la primera vez que veía a mi abuela molesta e incluso sería. Siempre se caracterizó por ser amable y cariñosa con todas las personas con las que hablaba, pero al parecer aquello no le estaba agrandando para nada.

Se levantó de la silla y se quedo de pies apoyándose contra el respaldar de éste. Seguramente para no caer.

—¿Hace cuanto que pasa esto, Lauren?

—No lo sé, supongo que ya lleva tiempo. —Bajé la cabeza porque no tenía el valor para verla a los ojos.

—Entonces las veces que llegabas sucia, con alguna mancha rojo en la ropa, algunas notas en tus cuadernos... —Apreté los bordes de mi corto pantalón, y me mordí el labio inferior. Encogiéndome más si era posible en aquella silla. —Sí los vi, Lauren. Soy tu abuela te conozco desde muy pequeña, y eres muy mala para ocultar las cosas y sobre todo pegar una mentira. ¿Crees que no me iba a dar cuenta de las cosas que tirabas en el cesto junto a tu escritorio? —Me miró tan acusadoramente que el dolor en mi estómago sólo crecía. —Pudiste haberme dicho lo que pasaba desde un principio, pero decidiste callártelo.

—Abuela...

—¿Crees que esta anciana no merece preocuparse por ti? —Su severidad aumentaba. —Soy tu abuela, ¿sí? No porque no sea tu madre eso no quiere decir que no puedo hacer nada por ti.

Ella rodeó la mesa y llegó a mí. Hizo que mi cabeza se apoyara a su estómago mientras acariciaba mi cabello en un intento de reconfortarme.

No pude aguantarlo. En silencio me puse a llorar, sin hacer ningún ruido, o siquiera moverme, sólo se deslizaban las lágrimas por mis mejillas hasta caer en mis puños que no dejaban de apretar la tela.