Cuando fue mío.

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A Suna le gustaba creer que todo el mundo, a causa de malos días, se les podía presentar una oportunidad y arruinarla por completo. Ese día le seguía pesando todos los días, recordando sus propias palabras y el rostro de Osamu.

Rechazó algo que había estado deseando desde hace mucho tiempo.

Jamás olvidaría la primera mirada que compartió con Osamu, de cuando ambos apenas estaban en secundaria y fueron rivales en un partido. Como siempre, no le interesó mucho analizar en sus adversarios antes de comenzar a jugar, pero en medio de una jugada acalorada ambos se encontraron mirándose fijamente a través de la red. Ese momento lo recordaba en cámara lenta. 

Habían saltado al mismo tiempo, pero Suna no pudo reaccionar a tiempo para evitar que rematara aquel punto para su equipo y pese a eso, no vio ni una pizca de celebración cuando lo hizo, sino que siguió perforándolo fijamente como si desease algo de él, hasta que un compañero se le lanzó encima para felicitarlo  

Ese punto le dolió como nunca solían dolerle los marcados en un primer set. Le molestó, porque se sintió como si ese chico hubiese invadido su territorio. Creyó en un primer momento que fue a causa de la antipatía de la rivalidad y se las descobró. No le dejó marcar ningún otro remate en todo el juego, llevándose esa victoria. 

Y aún así, no se sintió del todo tranquilo. Todo empeoró cuando a las salidas del gimnasio, el setter, a quien no pudo evitar sacarle la lengua en medio del partido, salió corriendo directo a él con todas las intenciones de vengarse, pero antes de eso, como si hubiese salido de la nada, su gemelo se le lanzó encima. 

Ambos se revolcaban y gruñían en el suelo como si fuesen dos zorros rabiosos. Suna no pudo moverse, estaba atónito. En cierto punto, Osamu logró tomar ventaja sobre Atsumu y hacer que se quedara quieto por unos segundos, aunque siguiese forcejeando y gritándole insultos. Alzó su rostro a Suna y le dijo, con la voz apretada y cansada. 

-Perdón... no le hagas caso...y...tch... sólo...¡hum! vete... -dijo como pudo, lidiando con los codazos de su gemelo bajo de él. 

De nuevo, cuando se encontraron mirándose fijamente ocurrió aquella sensación de que todo se detenía y empezaba a sofocarse. Se fue corriendo hasta que estuvo seguro en el autobús con su equipo. Al tomar asiento, miró por la ventana que quien debía ser el entrenador del equipo contrario regañaba severamente a ambos gemelos. Se sintió algo culpable, no le dio ni siquiera las gracias... 

Aquella sensación durante el partido, no había sido de antipatía. 

Fue una sorpresa cuando en su primer día de preparatoria, apenas poner un pie en la cancha del equipo de volleyball de Inarizaki se encontró de nuevo con esa mirada. Creyó que se acostumbraría, pero nunca lo hizo.

No importó cuántas clases pasasen juntos, cuántos errores se cometiesen en las practicas al confundir a ambos gemelos moviéndose en medio de la cancha y haciéndole a uno hacer inesperadamente el rol del otro, no importó que aquel cabello oscuro se volviese gris y las bromas que le hizo al respecto, no importó toda la confianza y complicidad que ambos empezaron a tener. Suna se dio cuenta, pero nunca lo admitió en voz alta. 

Osamu y él, nunca se miraron el uno al otro como amigos. 

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-Ey, Rin... Rin-rin-rin-rin-rin... - recordaba al molesto de Atsumu picándole la mejilla. 

Él se quejó, estaba demasiado cansado, apenas habían vuelto a Hyogo el día anterior, luego de perder en la nacionales y ya les habían hecho volver a entrenar espartanamente. Juraba que no llegaría a su casa sin caer rendido en el camino. Además, el hombro de Osamu, en donde recostaba la cabeza estando en el autobús, le resultaba demasiado cómodo y cálido. 

CAJA DE SORPRESAS - TeruSamu. Haikyuu!!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora