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Rayan:

Me hago una cola de caballo y me coloco una chaqueta, para luego cerrar mi bolsa y colgarla a mi hombro, bajo las escaleras del segundo piso y cruzo la tienda, papá está ahí, pero dándome la espalda, toda su atención está en mi tabla, la cual me asegure de colocar muy bien en la pared y creo que debo aprovechar para pasar sin hacer ruido.

Lamentablemente fallo.

—Rayan...

Mis pies se detienen.

Achico los ojos.—¿Qué ocurre, papá?

—Recuerdo haber dejado más arriba tu tabla.—Él se vuelve hacia mi.—¿Sabes algo al respecto?

Trago saliva, papá me da una mirada curiosa.

—Y por cierto.. ¿A dónde vas?

Sonríe y yo le digo.—Te veo más tarde, papá

—¡No regreses muy tarde!.—Escucho cuando ya he salido de la tienda de cebo.







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Llego a la playa y visualizo a Nate, aunque el aun no me ha visto. A su lado hay un grupo de 6 adolescentes, desde los 16 a los 18 o eso noto.

Son dos niñas y cuatro chicos. Esta la más chica y luego la mayores, dos de los chicos son ms pequeño, entre ellos uno muy delgado y el otro muy gordo, los otros dos son los típicos musculosos, que serán arrogantes una vez que crezcan más o que ganen su primer premio.

Suspiro.

Resignada me acerco a ellos.

—Nate.

Todos los ojos se ponen sobre mí y..

—¡Ryan Pepper!

—El León marino.

—Es ella...

Muchos de ellos me observan sorprendido, murmurando y yo les doy un gesto, entonces la niña menor viene hacia mí, invade mi espacio personal y me rodea la cintura con los brazos.

Mis ojos se abren, separo los brazos y bajo la mirada, ella sube la suya.—La admiro demasiado, señorita Rayan.

—Creo que alguien está emocionada.—Nate sostiene a la niña de los hombros y la obliga a soltarme.—Nataly, démosle un poco de espacio a Rayan.

Perfecta SincroníaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora