VII

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Eran las diez de la mañana cuando escuché ruidos de la planta baja. Me levanté con lentitud y caminé hasta los barrotes que separaban mi cuarto del piso inferior. Encontré a Emilio, dirigiéndose a la puerta con un conjunto negro y notoriamente cómodo.

-¿Qué haces? -dije con voz ronca, apoyándome en el hierro de delante.

-Voy a mi casa a ver si hay una caja o no -se paró para mirar hacia arriba; donde yo estaba.

-¿Caja? Joder, me acabo de despertar -sinceramente no entendía nada.

-La caja fuerte esa -me explicó aguantándose una pequeña sonrisa.

-Aaa, ¿esa que decía mi padre? -fui cayendo en conclusión.

-Esa mismo -cogió el pomo de la puerta.

-¡Espera! -fui al armario y cogí una sudadera y un pantalón al azar- voy contigo.

Bajé las escaleras.

-Hay que pasar a por café -dijo abriendo la puerta y dejándome pasar.

-Me parece bien -necesitaba uno cuanto antes.

[...]

-Ahora que lo pienso, ¿Por qué venimos tan pronto? -pregunté cuando ya estábamos a unos pocos metros de su gran casa.

-No hay nadie a estas horas -me guiñó un ojo parándose delante de la gran verja.

-¿Cómo piensas entrar? -omití su gesto.

-Shh, tú mira -se puso un dedo sobre los labios.

Se acercó más a la entrada y tanteó la parte superior de esta, cogió entre los dedos lo que parecía ser un tornillo. Yo solo lo miraba expectante. Sacó la pequeña pieza.

-Tan, tan, tan... -canturreaba mientras metía el brazo entre los barrotes y toqueteaba lo que di por sentado que era el panel de control, pues pitaba cada vez que se manipulaba.

Las enormes puertas se abrieron lentamente.

Pareciera que mi cara expresaba mi completa perplejidad porque él solo me miraba riendo orgulloso al mismo tiempo que me indicaba que pasase al interior del gran jardín.

-Con todo restringido... Hay que ingeniárselas -se encogió de hombros.

-No si ya, pero, ¿Por qué lo has hecho con un tornillo?

-La máquina esa capta huellas dactilares, hace solo unos años que lo descubrí.

Asentí procesando la información.

Entramos a la gran mansión, era la primera vez que realmente la veía, ya que cuando la fiesta aquella, todo estaba atiborrado de gente. Era más grande de lo que por fuera parecía y me atrevería a decir que incluso acogedora.

-Voy a subir a mi cuarto, ¿Te vas a quedar aquí o subes? -dijo poniendo ya un pie en el primer escalón de la gran escalera curvada.

Me encogí de hombros caminando hacia él.

Subimos hasta la planta superior, sin embargo, una gran pared llena de fotos llamó mi atención. Busqué inconscientemente una imagen de Emilio, mas dos caras distintas a la suya frenaron mi búsqueda de la forma más brusca.

Solté un pequeño grito digno de película al ritmo que mis pies se desplazaban hacia atrás hasta que toqué la barandilla con la espalda.

-¿Qué pasa? -se escuchó desde una de las puertas de aquella pared de delante.

No podía articular palabra. Simplemente señalé esos dos rostros masculinos de en frente.

-¿Qué pasa con ellos?

Mi perdición [EMILIACO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora