XX

62 11 11
                                        

No conseguía dormir; la cama se sentía vacía y sobraba espacio. Me la pasé con un nudo insoportable en la garganta por culpa de la discusión con Emilio y el juicio que en dos horas me esperaba.

Me terminé levantando ya harto de estar bajo las sábanas y me dirigí a la cocina a por un café.

Mientras se prestaba mi ración de cafeína, me tuve que obligar a no mirar al hombre dormido en aquel sofá.

Acabé el líquido amargo y miré el reloj.

Mierda, solo tengo media hora...

Amalia me recomendó que fuese una hora antes para hablar sobre el juicio y prepararlo.

Caminé hacia las escaleras y después al armario para ver qué me pondría, pues no podía ir informal pero tampoco quería ir de traje.

Para sorpresa mía, entre mi ropa había un par de croptops, uno negro con aliens verdes y otro blanco completamente liso. Encima de estos había una nota:

«Pasé frente a una tienda y me acordé de lo mucho que siempre los pedías. No sé si los seguirás queriendo»
«Matías»

Sonreí cual niño emocionado. Ni yo recordaba la de veces que había pedido aquella prenda. No sé qué habría sido de mí esos años sin Matías. Era, es y siempre será el padre que siempre necesité. Esperaba encontrarlo en el juicio.

Cogí el croptop blanco y unos pantalones oscuros junto a una chaqueta del mismo tono.

Al mismo tiempo que me terminaba de arreglar frente al espejo del baño, saqué la cabeza por la puerta de este y volví a ver a Emilio durmiendo.

Le llamé a gritos un par de veces hasta que se desesperezó y quedó boca arriba.

Volví a entrar al baño a acabar de peinarme.

-Tengo que estar allí en veinte minutos, ¿Piensas levantarte ya o prefieres ir andando? -pregunté toscamente levantando la voz para que me oyera.

-Dame cinco minutos -dijo con voz ronca y el mismo tono que yo.

Terminé de preparame y cuando bajé las escaleras, el sofá ya estaba recogido y él iba camino al armario pasando por mi lado sin mirarme si quiera.

-Te espero en el coche -dije cogiendo las llaves de la mesa del salón.

Poco después de sentarme en dicho transporte rojo la puerta de la casa se volvía a abrir dejando salir a Emilio arreglado con camisa azul y pantalón igual.

Me quedé sentado en el asiento del piloto esperando a que entrase para emprender el camino que yo había estado evadiendo tanto.

Llegamos a comisaría con ma bienvenida de Amalia en la puerta.

Nos condujo a lo que parecía ser su despacho y nos sentamos frente a un escritorio mientras que ella tras este.

-Hola, chicos -saludó al fin.

Ambos respondimos con un movimiento de cabeza.

-No os robaré mucho tiempo, solo os explicaré el tema por encima -entrelazó los dedos sobre la mesa- no creo que se le llame a Emilio para subir al estrado, ya que les importas tú -me clavó la mirada.

Mi perdición [EMILIACO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora