La última semana me fui acercando cada vez más a David, conociéndole y escuchando su largo historial de peleas y aislamientos.
-¿Estás listo? -me preguntó antes de que el guardia abriese la puerta opaca quedaba a la sala de visitas.
Sonreí asintiendo con la cabeza.
Me dejaron paso libre y pude ver el interior de la habitación llena de mesas redondas y un par de máquinas expendedoras en la pared de enfrente.
Al fin localicé la melena rizada de Emilio, dándome la espalda. Se me aceleró el corazón. Desde que nos conocimos no habíamos estado tanto tiempo separados y aquellas semana se había hecho eterna.
Corrí hacia él y frené junto a su hombro. Tiré sutilmente de uno de sus rizos haciendo que girase la cabeza.
En un abrir y cerrar de ojos lo tenía abrazado a mi cintura, escondido en mi uniforme amarillo.
-Hola -fue lo único que le dije. Levanté su barbilla.
Se separó de mí y podiéndome así sentar a su lado poniendo cada pierna un lado del banco. Imitó mi postura.
Rápidamente me pegó a su torso.
-¿Qué tal estás aquí? -preguntó analizándome con minuciosidad.
-Pues mejor de lo que pensaba. Resulta que voy en la misma celda que con los cuatro del centro de menores, pero el que me caía mal resulta que ahora es con el que más me junto. Se llama David y lleva toda la vida entre rejas -expliqué emocionado.
-Que amistades más raras tienes... Mis amigos se la viven entre vacaciones y los tuyos entre juicios -sonrió.
-Cállate. No compares. -reí.
Me percaté de las marcadas ojeras bajo sus ojos.
-¿Has dormido?
-Qué más quisiera -suspiró echando la cabeza hacia atrás- ¿y tú?
-Nop. Te echado de menos para dormir -hice un pequeño puchero.
-¿Sabes lo que he echado yo en falta? -bajó la mirada a mis labios- Tus besos y encima aún no me diste uno -reprochó frunciendo el ceño.
Busqué su boca con la mía, manteniendo un necesitado roce que me llevó a subir las manos a su pelo.
Se separó primero, dispuesto a hablar.
-He encontrado el nombre del abogado que tuvo mi madre en su momento, solo me falta el número -levantó la barbilla orgulloso.
-¡Qué rápido!
-Eso fue sencillo, pero para el número habría que revisar el registro de llamadas de mi madre o buscarlo en la biblioteca de la policía.
-Bueno, lo importante es que ya está el primer paso. ¡Ay! -me acordé de algo- Te tengo que pedir una cosa muy importante.
-Ajam.
-Si consigue sacarme, que estoy seguro de que lo lograrás, te voy a pedir que también saquemos a David, porque lo que necesita es asistencia médica y salir de prisión, que no le hace ningún bien.
-¿A tu amigo? -sopesó la información. Parecía dubitativo.
-Sí, ¿Hay algún problema con ello? -miré con atención sus facciones, intentando sacar qué era lo que tanto pensaba.
-No, no era eso. -negó con la cabeza rápidamente.
Yo ya conocía aquellos ojos inquietos junto a la mandíbula apretada.
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Mi perdición [EMILIACO]
Fiksi PenggemarJoaquín Marconi, hijo del jefe de la mafia más poderosa de México, es solo un chico de veintitrés años, pero ya ha visto y cometido más de uno y de dos delitos graves. Su padre tiene algunas cosas sin resolver con los Gressorio, por lo que su mayor...