Cerré la puerta tras de mí con sumo sigilo y me puse la capucha de la sudadera negra conjuntada con el pantalón del mismo color.
Eran las tres de la mañana y ya llevaba dos horas peleándome con mi propia mente entre las sábanas, al rato cedí a ella y aquí estoy, saliendo a hurtadillas de casa para no despertar a Emilio.
No le escribí ni una nota ni nada e incluso dejé el móvil en la cocina para que no me pudiese contactar. Quería hacer eso solo.
Subí al coche y conduje hacia el bosque del día anterior, no me rendiría, ni aunque tuviese que pasarme la vida entre interrogatorios, eso ya lo había pasado y no me preocupaban.
Tuve que dejar el coche entre los árboles para que no se viese dese fuera y no se supiera que estaba allí.
Mientras caminaba en busca de la casa de madera, me fui acordando de cuando vine solo por primera vez, fue la escena que Draxan le intentó contar a Emilio de camino a comisaría, pero ninguno sabe ni sabrá que aparte de querer colarme en el caso, también huía de mi padre y a la vez buscaba cobijo entre las ruinas de mi madre y hermana.
Enseguida me encontré a la entrada de la casa.
Levanté una mano temblorosa hasta el viejo pomo, sin embargo, y tras muchos empujones, este no ayudó a abrir la puerta.
Me alejé unos pasos buscando con la mirada la ventana que tanto recordaba. La encontré a la derecha, cubierta por unas altas flores hasta medio cristal ya gris de tanto polvo.
La ilusión se apoderó de mí, ganando al miedo de dejarme vencer por los recuerdos.
Me dirigí hacia el lugar dicho y despejé el camino con la mano. Agradecí a los agentes por ser tan despistados y dejarse la ventana sin terminar de cerrar.
Alejé unos pasos buscando con la mirada aquella ventana que tanto recordaba. La encontré a la derecha cubierta por unas altas flores que la cubrían hasta la mitad.
La ilusión se apoderó de mí ganando al miedo a dejarme vencer por los recuerdos.
Caminé y despejé el camino con las manos. Agradecí a los agentes por lo despistados que son, ya que dejaron la ventana sin acabar de cerrar.
La abrí hacia arriba manchando mis dedos del polvo que había pintado de gris el cristal.
Entré sigilosamente por si había alguien más, pues igual que yo había entrado, alguien más pudo. No encontré rastro de actividad humana.
Me dejé llevar por la emoción y me dirigí a la última habitación del corto pasillo que separaba los dormitorios de la cocina y el salón.
Abrí la chirriante puerta llevándome una enorme ola de emociones. Todo seguía igual. Sus fotos, sus juguetitos anti-estrés, su ropa por todos lados, su pequeña radio antigua sobre la cama y está aún con su mancha de sangre seca y oscurecida.
Los recuerdos volvieron a mi mente haciendo que el corazón se me acelerase de tal modo que sentía que se me saldría del pecho.
Di un temeroso paso hacia la cama y estiré la mano bajo esta tocando una tela sucia. Saqué el objeto viendo un peluche para poner en el centro de la cama en forma de jirafa.
No pude evitar pensar en cuántas veces había tenido que consolarla porque en casa siempre se le recriminaba por ser demasiado mayor para necesitar un peluche.
Se me comenzó a dificultar respirar, mis manos temblaban y la vista se me nublaba.
Me senté en el suelo y me arrastré hasta poder apoyar la espalda en la primera pared que encontré.
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Mi perdición [EMILIACO]
Fiksi PenggemarJoaquín Marconi, hijo del jefe de la mafia más poderosa de México, es solo un chico de veintitrés años, pero ya ha visto y cometido más de uno y de dos delitos graves. Su padre tiene algunas cosas sin resolver con los Gressorio, por lo que su mayor...