XXI

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Caminamos hacia el juzgado tras la llamada del juez cuando nos encontramos a Amalia hablando con Uberto, pero ni le di importancia.

Cada quien tomó su asiento y a mi padre lo llamaron al estrado. Me repugnó su reacción ante las preguntas ante mí, como si se sientiera mal por todo. Si yo comenzase a hablar... ¿Lo peor? Los allí presentes parecían creerle.

-Joaquín, ¿Te ves preparado para volver a subir? -habló Ibáñez.

Asentí convencido.

-Fernández, se puede levantar a hacer algunas preguntas -siguió hablando mientras yo terminaba de sentarme.

Dicho hombre se puso en pie y comenzó a pasearse frente al estrado.

Uberto se veía demasiado relajado, a diferencia de Emilio que estaba claramente nervioso y Amalia... Bueno, no sabría describir su estado.

-Buenos días, Joaquín -saludó el abogado- voy a ser muy directo -me observó por encima de la gruesa montura de sus gafas- ¿Cuánto le importa mi cliente? -siguió su camino.

Yo ya había estado en más juicios, no en la misma situación, pero sí en ese sitio y sabía que preguntas como esas lo tenían por qué ser hechas, por lo que, al ver que lo abogada no hacía nada, actúe yo.

-Señoría, -hablé- no soy abogado, pero conozco ciertas reglas y me veo en la obligación de protestar ya que está invadiendo mi privacidad y, al mismo tiempo, no veo necesaria la cuestión.

Ibáñez simplemente miró a Amalia.

-Señorita Collins, ¿Tiene algo que objetar?

-No la veo necesaria, -habló ella- pero quizás nos sea necesaria a ambos bandos.

-Pues... -me volvió a observar el juez- no hay más que hablar. Marconi, responde.

No daba crédito.

-Joaquín, ¿Quiere usted a su padre? -repitió la pregunta Fernández.

-¿Mi padre? ¿Después de todo quiere que le denomine "padre"? -dejé escapar.

Uberto puso los ojos en blanco.

-Entonces, ¿Sería capaz de denunciarle contra los cargos de secuestro, abusos y asesinato de los casos de Elizabeth y Renata Marconi?

Suspiré manteniendo la compostura ante el nombramiento de mi hermana.

-Pediría que no se dijese nombre y apellido de Ren -comenté secamente, mirándole directamente a los ojos al abogado de Uberto.

-¿Y el suyo?

-No me apetece ir a comisaría.

-¿Por algo en especial? ¿Teme ser interrogado?

-Sí, pero no por lo que cree. Para mí pasar por cualquier sitio en el que se pida el DNI, me conlleva miradas raras y revisión completa. Todo por un simple apellido.

-Interesante... Ahora, responda a la pregunta del principio -dijo Fernández apoyando ambas manos en la parte delantera del estrado.

-No. Yo me enteré ayer, a horas del juicio, que sería contra él. Yo la denuncia lo se la impuse a él, a no ser, que debería hacerlo, claro -levanté una ceja.

-¿Está afirmando mi pregunta inicial?

-No diré nada sobre los casos, pero sí lo podría denunciar por maltratos físicos y psicóticos -se escucharon algunos murmullos entre los bancos- ¿Es que eso no se ha comentado en esta sesión? Creo recordar que se ha preguntado por nuestra relación -observé exclusivamente a Uberto- ¿Prefieres que lo cuente yo?

Mi perdición [EMILIACO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora