XV

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-¿Me lo puedo llevar arriba, señorito? -preguntó aún sobre mi hombro.

-¿Para qué? Si se puede saber -evité una sonrisa.

-Pues para lo que quieras -noté sus labios rozando mi cuello.

-Pues arriba pienso lo que quiero.

Rió levantando la cabeza y acercando nuestros torsos. Aferrando a sus hombros, pasó sus manos hasta la parte superior de mis piernas y elevó mi cuerpo sin dificultad alguna.

Se puso en pie, comenzando a caminar hacia las escaleras, las cuales fui viendo alejarse conforme sus pies avanzaban.

Mientras sus pasos se acercaban a la cama, mi mente rondaba en otra cosa hasta que, de un modo espontáneo, me acordé de algo.

-Oye, oye -llamé su atención dando pequeños golpes en su hombro.

Hizo un sonido de afirmación dando a entender que me escuchaba.

-No sé dónde dejé el móvil y lo necesito -observé a mi alrededor.

-Está en tu mesita -rió por la nariz.

De un momento a otro, sentí mi espalda ser rozada contra las suaves sábanas. Terminé tumbado sobre la cama al mismo tiempo que veía a Emilio apoyar su pecho contra el mío.

Estiró un brazo para después volverlo a encoger con el teléfono en la mano. Me lo tendió.

-Toma -cogió la sudadera tirada en la cama y me la dio.

-¿Y esto por qué? -observé la prenda y después a él mientras se subía por las piernas un grisáceo pantalón.

-Te va a dar frío -dijo apoyando la espalda en el cabecero.

Sonreí por dentro, metiendo la cabeza por el cuello de la sudadera. Imité su gesto poniéndome a su altura.

Encendí el móvil y busqué un contacto en específico.

-No lo encuentro... -murmuré frustrándome.

-¿El qué?

-El contacto de Diego.

Lo observé de reojo, viendo una de sus cejas alzarse.

-Era cercano a mi hermana -expliqué riendo por dentro- o al menos, lo intentó.

-¿Por qué lo dices así?

-Porque nunca me gustó -me encogí de hombros.

-Eso suena a conversación larga -sonrió de lado.

-Pues, sin entrar en detalles, estuvo mucho tiempo intentando acercarse a Ren -seguí buscando en el móvil.

-¿Y lo logró?

-Por suerte para él y por desgracia para mí.

-¿Y entonces por qué lo vas a llamar?

-¡Aquí! -celebré omitiendo su comentario por un momento.

Marqué el número y lo coloqué en altavoz.

Miré a Emilio sonriendo a sabiendas de lo que podría pasar.

-Seguro que sabrá cosas -dije con soberbia.

La llamada se descolgó y, al otro lado, sonó lo que yo ya conocía como Diego.

-¿Sí?

-Hola, Diego -saqué mi faceta más falsa.

-Aaa, ¿Joaquín? ¡Cuánto tiempo!

Mi perdición [EMILIACO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora