Algo me despertó. Eran unos golpes en la pared.
Emilio
No pude evitar sonreír. El simple pensamiento de su nombre me hacía sentir raro, pero no algo incómodo, sino algo interesante y explosivo. Era una sensación que me producía cosquillas. Una sensación de la que probablemente me arrepentiría.
No me pude resistir. Golpeé con los nudillos en la pared en modo de respuesta y me levanté de la cama dispuesto a cambiarme de ropa. Me percaté de que solo eran las ocho de la mañana.
Que madrugador...
Hoy hacía un poco de frío, sin embargo, (nunca supe porqué) en el almacén siempre hacía el doble de temperatura (sin importar invierno o verano), por lo que cogí un conjunto de sudadera y pantalón gris.
Caminé sigilosamente hacia el cuarto donde se encontraba Emilio. Me paré en la puerta y respiré hondo.
¿Qué te pasa? Joaquín, céntrate. Nunca te has enamorado y nunca lo harás, solo necesitas que esta misión acabe y ya. El amor no es para tí, esa mierda mata.
Abrí la puerta, seguro de mis pensamientos. Pero, cuando vi a aquel hombre de nuevo, todos ellos se desvanecieron. Aquellos ojos me recorrieron, haciendo que un estremecimiento extrañamente agradable recorriera mi cuerpo.
Cuando pude reaccionar, (por suerte tras unos pocos segundos) cerré la puerta y caminé hacia él. Cogí una silla vieja que había apoyada en la pared, la coloqué en frente suya y me senté con las piernas alrededor del respaldo.
-Eres muy madrugador -intenté mantener la compostura erguida, mas me acababa de despertar y aquello no ayudaba.
-Nadie te obligó a venir -me tentó (claramente) y no lo digo solo por el tono que puso, sino por el encogimiento de hombros y la subida de manos que lo acompañaban.
Intenté seguirle el juego a ver que pasaba.
-Aaa, bueno, pues nada -me levanté de la silla- buenos días -le sonreí y me acerqué a la puerta.
-¿A dónde vas? -preguntó ya no tan sarcástico.
Eso me gusta más dijo mi lado dominante.
-Pues... has dicho que nadie me obliga a venir, así que... me vuelvo a dormir -me hice el tonto, mirándole como si no entendiera nada.
Fingió tres carcajadas sarcásticas contadas.
-Sabes perfectamente que no era verdad -entrecerró los ojos- ven, no te vayas -su semblante estaba serio, pero su voz no supo ocultar bien la súplica.
Me encogí de hombros y volví a la silla, en la misma postura.
-¿Y para qué quieres que esté aquí? -pregunté con frialdad, con demasiado frialdad.
Ya si eso, la próxima vez le tiras un trozo de hielo a la cara.
-No sé... ayer, prácticamente, no te vi -dijo ocultando su notoria vergüenza.
Aww, se puso nervioso pensó mi casi inexistente lado "tierno" (por llamarlo de algún modo).
-No entiendo cómo, sabiendo dónde estás y porqué, quieres seguir viéndome -En verdad, era una duda cien por cien real.
-Hay algo que me dice que eres distinto.
Si supieras...
Se me quedó viendo, analizándome como si quisiera leerme la mente (esperemos que no lo consiga). Me sentía bastante observado.
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Mi perdición [EMILIACO]
FanfictionJoaquín Marconi, hijo del jefe de la mafia más poderosa de México, es solo un chico de veintitrés años, pero ya ha visto y cometido más de uno y de dos delitos graves. Su padre tiene algunas cosas sin resolver con los Gressorio, por lo que su mayor...