XIII

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Tras comer con María, subimos al cuarto de Emilio, este último, se pasó toda la tarde intentando animarme, mas mi estado dependía de aquella carta.

-¿Tú sabes tocar la guitarra? -me preguntó sentándose en el suelo frente a mí.

Negué con la cabeza sin levantar la vista de las sábanas azules bajo mis piernas.

-Pero... -emití sonido tras unos segundos silenciosos- Diego me intentó enseñar hace mucho.

Vi perfectamente como sus ojos se volvían fríos y su mandíbula se tensaba por un momento. Reí por dentro.

-Se tiró mucho tiempo intentando enamorar a mi Ren -expliqué viendo como su cuerpo se relajaba e incluso sus mejillas se pintaban.

-¿Y no lo logró? -se incorporó hasta tener la espalda apoyada en la cama.

-Nop. Pero es una historia muy larga y es muy tarde.

Miró la pantalla de su móvil.

-¡Hala! Ya son las ocho -comentó sorprendido- ¿Nos vamos? -me clavó la vista.

Asentí encogiéndome de hombros.

Me puse en pie viendo como Emilio imitaba mi gesto. Se quedó en la puerta dejándome pasar primero. Bajamos a la planta principal.

[...]

-Se nos hizo muy tarde -resopló abriendo la puerta.

-Lo has dicho tres veces ya -reí sin ganas.

Entré y fui directo a la parte de arriba.

-¿Te vas a acostar ya? -preguntó desde el primer escalón, subiendo un pie sobre este.

-Ajam... -dije sin abrir la boca.

Asintió con la cabeza y se dio media vuelta, supongo que se rindió.

A sabiendas de que no me podía ver desde donde él estaba, me cambié de ropa poniéndome lo primero que pillé.

Me metí en la cama.

Me giré para abrir el cajón de la mesita de noche y sacar un viejo álbum gris metálico.

Di media vuelta quedando boca abajo, dejando el libro de imágenes en la almohada. Levanté la portada brillante con parsimonia dejando ver fotos y más fotos.

Hacía tanto que no revisaba aquellas páginas viejas, que ni siquiera me acordaba del huracán de emociones que producía en mí. Era una mezcla de nostalgia por ya no tener a esa gente conmigo y de rabia por no haber hecho nada en su momento.

Un tímido sollozo escapó de entre mis labios. Guardé silencio queriendo acallar y tragar mis sentimientos.

Llegué a la última página con los ojos hinchados y un sutil pero incordioso dolor de cabeza. Definitivamente terminé llorándole a mares a las mismas mujeres de siempre.

Guardé el álbum en su sitio dándome cuenta de que todo estaba demasiado silencioso. Me tumbé de lado, abrazándome a la almohada con fuerza.

...

-¡No! ¡Déjala! -sollozaba tras unos brazos.

Ren sangraba por entre las piernas y, aún así, ellos seguían pegándole latigazos sonoros, seguidos de pequeños siseos.

-¡Por favor! -seguí suplicando entre gritos desesperados- ¡Ren!

...

Abrí los ojos de golpe. Mi respiración estaba demasiado alterada y mis mejillas se notaban húmedas.

Mi perdición [EMILIACO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora