22. Nicholas se ha ido

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Desperté y estaba en mi cuarto, no me acordaba de cuando me había ido a dormir, pero me sentía como nueva.

Me levanté y lo primero que vi era una nota en mi mesa con una rosa blanca.

"Querida Harper:

Tú misma me dijiste que no me necesitabas, que no querías que te protegiera.

Por eso me iré un tiempo y te dejaré sola para que estés bien.

Sé feliz.

Nicholas".

No podía ser cierto, él no podía dejarme, no ahora. ¿Por qué se tuvo que ir y dejarme sola?

—Nicholas, vuelve —caí al suelo y me senté de tal forma que pudiera abrazar mis piernas y lloré. Pensé que hoy sería un buen día, pero no.

La persona que me hacía sentir un zoológico en el estómago, la que hacía que mi mundo se pusiera patas arriba se había ido. Me había dejado con los trozos rotos de mi corazón, en tan poco tiempo él se había convertido en alguien demasiado imprescindible en mi vida.

Él y yo ya nos conocíamos de antes, estaba segura, pero él me había abandonado.

—Nicholas, no me dejes sola cuando más te necesito... Vuelve.

Decidí que estaría todo el día encerrada en mi cuarto, no quería salir, no quería ver a mis padres. Sentía un vacío en mi interior, sentía que me faltaba algo.

Odiaba esta sensación, esta sensación de necesidad, lo necesitaba. Él no debió irse, él tenía que estar a mi lado.

—Nicholas eres un cobarde.

—¿Lo soy? —me asusté al verlo cerca de la ventana, no era él, era imposible que fuera él. Seguramente estaba delirando. Esto era obra de mi cabeza seguro.

—Tú te habías ido.

—Eso no es lo importante, tú misma me pediste que te dejara en paz.

—No lo decía en serio, te necesito maldita sea, te necesito a mi lado—me levanté para acercarme a él.

—No Harper, tú estarás bien sin mí, siempre lo has estado... No me necesitas para nada.

—Si te necesito.

—Para lo único que me necesitas es para recordar todos tus recuerdos —¿de qué estaba hablando?

—¿Qué?

—Mierda.

—Nicholas...

—No Harper —me dio la espalda y se tocó el pelo frustrado—. Esto no ha pasado.

—No, necesito respuestas.

—No te las voy a dar yo —se giró para mirarme demasiado serio.

—¿Por qué?

—Porque no me corresponde a mí decírtelo —a veces lo necesitaba y a veces quería matarlo.

—No lo entiendo Nicholas, esto es demasiado confuso.

—Mejor olvídalo.

—Claro, muy fácil decirlo —le solté con total sarcasmo. Si todo fuera tan fácil como lo decían, ya lo hubiera tenido todo solucionado.

—Odio tu sarcasmo.

—Yo te odio a ti.

—¡Dios! Mujer no te entiendo —exclamó cansado.

Mis sentimientos en estos momentos hacia él eran un caos.

—No hay nada que entender.

—Dices que me necesitas y ahora dices que me odias. Aclárate porque no tengo ganas de escuchar tus tontearías.

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