23. Se acabó

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A la mañana siguiente me desperté en mi cuarto.

La noche anterior estuvimos viendo una película y seguro que me quedé dormida, pero no recuerdo ir a mi cuarto. Seguro que después de la película Connor me trajo, porque si no no le podía encontrar otra explicación.

Me di la vuelta y me encontré a Connor durmiendo en el lado libre que siempre dejaba y siendo sinceros la situación era muy divertida.

Mitad de su cuerpo estaba fuera de la cama y dormía boca arriba, con una mano en su estómago y con la boca abierta. Por desgracia se le caía un poco la baba, pobre la chica que estuviera con él.

Aunque siempre había sido muy divertido verlo dormir.

Decidí hacerle una pequeña broma, por lo que le gritaría para despertarle.

—¡Connor! —grité tan fuerte su nombre que el pobre se asustó y cayó al suelo. Solté una gran carcajada, pero me tapé la boca rápidamente para no perder la compostura.

Rápidamente, se incorporó y me miró preocupado, pobrecito sí que le había asustado.

—¿Qué ocurre? ¿Estás bien? —ay pobrecito, ahora me daba demasiada pena, en verdad no. Seguro que más adelante me lo devolvería.

—Buenos días —le solté con una sonrisa inocente.

—Maldita —me fulminó con la mirada y me tiró una almohada a la cara haciendo que cayera hacia atrás.

Qué mala persona era.

—¡Auch! ¡Idiota! —le devolví el golpe con mi almohada.

Él se levantó tirándome la almohada de nuevo.

Lo único que hice fue bufar por el idiota hermano que podía tener.

—Eres una bestia —se fue hacia mi baño.

Solté un grito de indignación por lo que me había dicho, ¿cómo se le ocurría decirme tal cosa? La única bestia era él, qué maldito sinvergüenza era. Para que enemigos sí lo tenía a él.

—¿Yo? Pero si yo soy un angelito —me levanté para hacer la cama porque odiaba tenerla desordenada.

—¡Eres un demonio! —me gritó desde el baño, yo solo me limité a voltear los ojos.

—¡Y tú un imbécil! —cuando acabé de hacer la cama, bajé para hacer el desayuno. Aunque no debería hacerlo yo.

Connor era el mayor y él debía ocuparse de preparar el desayuno, era algo por ley.

Aunque pensándolo mejor, prefería hacer yo el desayuno, porque con él seguro que me esperaba otro sándwich y por mucho que me gustara prefería comer otra cosa, así que prepararía algo fácil y él limpiaría la cocina después.

Era lo justo.

Decidí que lo mejor que podía hacer sería una ensalada de frutas con unas tostadas, un zumo de naranja y un café para Connor. Algo simple, pero bastante bueno, y como era buena hermana que era limpie todo lo que ensucie y serví la mesa para los dos. Así que solo tuve que esperarlo.

Cuando ya tuve todo listo, mi hermano entró con solo una toalla en su cintura y empezó a bailar como estúpido. Empezó a cantar como si estuviera en su propio concierto y al muy torpe casi se le cae la toalla.

Por mucho que fuera mi hermano no quería verle desnudo.

—¿Qué haces? —le pregunté mientras soltaba una pequeña risa.

—¿No está claro? Estoy dando un increíble concierto para mis fans, ósea tú —siguió haciendo el ridículo.

Solté una risa.

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