Había algo de movimiento en la panadería de la familia Jiménez. Cleotilde Valbuena entregaba un pedido de tres cafés mientras que Argemiro estaba ocupado recibiendo el pago de un cliente. En las mesas, Felipe atendía a una pareja de esposos y a su hijo de seis años; la familia había aprovechado el sol de la tarde del sábado para salir al parque. Al parecer había sido una tarde agitada porque le pidieron con urgencia a Felipe que les trajera algo de tomar. El joven les señaló la nevera ofreciéndoles agua, gaseosa o jugo. La familia se decidió por dos jugos y una botella de agua.
Felipe se encontraba sacando las botellas de la nevera cuando vio a su sonriente hermana llegar. La saludó apresurado y se fue a entregar el pedido. Ella siguió derecho a saludar a sus padres.
—Quiubo mija, ¿cómo le fue? —preguntó Argemiro, abrazando a su hija.
— ¡Papito, estoy muy feliz! —Luisa estaba radiante. En eso apareció Cleotilde, la joven se abalanzó cariñosa sobre ella.
—Pero cuente a ver, ¿qué le dijeron en la entrevista? —dijo la madre, cubierta de expectativa.
—Pues… como les parece, que si van a tener que buscar a alguien para que me reemplace en la panadería, ¡Me contrataron y voy a empezar mis prácticas el lunes!
La celebración no tardó en llegar, a Argemiro y Cleotilde se les llenó el corazón de felicidad, veían como todos los esfuerzos para sacar adelante a Luisa comenzaban a dar frutos. La mujer no pudo contener las lágrimas, se derramó en elogios para su hija y le agradeció a Dios por la bendición recibida.
—Mamá, por fa, tres empanadas —Felipe apareció en la barra, el joven seguía diligente atendiendo a la familia. Entre tanto que Cleotilde despachaba el pedido, el rubio aprovechó para felicitar a Luisa —. ¡Entonces que! Venga le doy un abrazo. Estaban celebrando, supongo que es porque va a empezar la práctica.
— ¿Cómo le parece Pipe? —intervino Argemiro —, su hermana nos deja. Me alegro por usted mija, pero debo confesarle que nos va a hacer falta aquí en el negocio.
—Papá usted no se preocupe por eso —dijo el rubio —. Yo le voy a seguir ayudando en las mañanas antes de irme a trabajar, además está mi mamá. Esta panadería no nos va a quedar grande, faltaba más.
—Listo Pipe, aquí están las empanadas —apuntó Cleotilde. El rubio tomó la canasta y se fue a llevar el pedido.
—Será esperar a ver que pasa —se resignó Argemiro.
—Si papito; pero eso sí, usted no se me vaya a desgastar mucho trabajando, de pronto se me enferma. Si hay mucho trabajo le decimos a Magdalena que venga.
—Si Argemiro, ya va siendo hora de que contrate gente pa' que le ayude. Confiando en Dios aquí la niña no vuelve.
—Ojalá mamá. Mire que don Gustavo me dijo que muchos de los practicantes quedan contratados. Me toca juiciosa estos cuatro meses, y orar para que después me contraten.
—Mejor dicho, ¿cómo hay que decirle ahora? ¿La doctora Luisa? —Felipe regresó en el momento justo para lanzar un apunte.
—Tan bobo, yo voy a seguir siendo la misma de siempre. Además, soy: ¡diseñadora de interiores!.
—¡uy, que pena! ¡discúlpeme doña diseñadora!. Ojalá sea cierto que no cambie. Porque es que, papá, usted hubiera visto esa oficina donde va a trabajar Luisa. Yo me di cuenta esta mañana que la lleve; el edificio super elegante, las personas todas creidas creyéndose de mejor familia, mejor dicho.
—Tampoco, don Gustavo es muy amable. Yo se que allá me va ir bien.
—Sea como sea, usted sabe Luisa —dijo Cleotilde —, a ser luz en ese lugar. Que todos vean que Dios está con usted.
—Claro que sí mami.
—Oiga, y de sueldo, ¿le dijeron algo? —preguntó el hermano.
—Pues como son prácticas universitarias, no son remuneradas; pero la empresa tiene la política de dar un auxilio de transporte. Me pagan como doscientos mil pesos.
—Jum, bueno hija, aquí yo se que con la panadería nos sostenemos —apuntó Argemiro.
—Si pa', es por estos meses nada más.
El resto del fin de semana los Jiménez continuaron la celebración. En la noche del sábado salieron a comer a un restaurante. Como era costumbre, el domingo se congregaron en la iglesia a la que asistían desde hace doce años. Los allegados más cercanos felicitaron a Luisa por la buena nueva. La vida le sonreía a la familia Jiménez, motivo más que suficiente para agradecer al cielo.
Todo lo opuesto sucedía con los Sandoval. Diego seguía oculto en el apartamento de los Castiblanco, no salió para nada; y a decir verdad no era que tuviera ánimo de hacerlo. Vivió aquellos días como si no hubiera una razón para vivirlos; se la pasó durmiendo la mayor parte del tiempo, tan sólo mantuvo contacto por chat con María Paula y Andrés, y continuó ignorando las llamadas de sus padres.
Diego se hundía cada vez más profundo. La marihuana vino a ser el camino que el joven escogió para sentirse fuera de este mundo. Desde algún tiempo consumía la droga, y la hizo parte de su vida. El sábado en la noche, en medio de su soledad, el castaño se entregó al vicio.
Mientras tanto, en su casa, Gonzalo y Estela vivieron una acalorada discusión, una más de las muchas que tenían. No se soportaban, era un matrimonio en ruinas y ninguno de los dos daba su brazo a torcer para restaurarlo. Eran tantos años de hacerse daño que a los ojos del hombre no existía salvación para ellos.
El actuar de Diego trajo más división a la pareja, la madre cuya razón de vida era su hijo, se enfrentó a su esposo y le echó la culpa de todo. Gonzalo no se quedó callado, se defendió. Se insultaron, se humillaron, se expresaron el desprecio que tenían.
Para ser honestos, no se podría describir a los Sandoval como una familia unida, ni en ese instante ni en ningún otro. En todos los años transcurridos hasta el momento los tres miembros de esta familia iban por vías separadas, cada uno viviendo por sus propios intereses y sin tener en cuenta la opinión de los otros. El padre en sus negocios, la madre en sus asuntos y el hijo andando sin un rumbo fijo.
Hola
Seguimos avanzando en la historia.
Gracias por leer.
Bendiciones.
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El amor es más fuerte
SpiritualLuisa Fernanda Jiménez es una joven apasionada y luchadora, es estudiante de diseño de interiores próxima a graduarse; además de ello, está entregada por completo a su fe, a tal punto que ha sido provista de un don especial con el que se dedica a se...