Capítulo 47: Momento para la verdad

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Una mañana llena de trabajo. Luisa preparaba carpetas con una propuesta para un cliente. Tan concentrada estaba, que no se dio cuenta del visitante inesperado. 

 Él solo podía observarla. Fue su motor para superar sus traumas, pensó en ella todo el tiempo que estuvo en el centro de rehabilitación. 

 Se quedó con la mirada fija en la rubia por un instante más, y le causó gracia el nivel de estrés en el que ella estaba. 

—Luisa —la interrumpió con dulzura. 

 Ella quedó perpleja y no supo como reaccionar. Diego estaba allí, con una sonrisa que delató su felicidad. 

—Diego, yo… Volviste —No sabía ni que decir. 

—Así es —Tomó la silla de su puesto y se sentó frente a ella —. No sabes la alegría que me da verte. Pensaba en ti todo el tiempo. 

—Yo también te pensé mucho —Lo contempló por un instante —. ¿Y que tal la fundación? ¿Cómo te fue? 

—Increíble, fue la experiencia más confrontante y sanadora que he tenido.

—Que buena noticia. Te felicito. 

—Luisa —Tomó una actitud más seria —. Gracias, gracias por todo. Tu me guiaste, me enseñaste el camino correcto, y sobre todo, me mostraste lo que es el verdadero amor. 

—No tienes porque agradecer. Eras alguien que necesitaba salir de la oscuridad y yo te mostré la luz.

—Pues te lo debo —Le tomó las manos y se derramó en dulces palabras —. Y te lo voy a pagar todos los días con mi amor, con mi cariño, con todo lo que sea posible, porque te lo mereces. Luisa Fernanda Jiménez, yo te amo. 

—Y yo a ti —El amor llenando la atmósfera. 

—Solo me queda una cosa por hacer. Tengo que averiguar si Gonzalo en verdad no es mi papá. Debo cerrar ese ciclo. 

La rubia se puso nerviosa, como no si ya sabía la verdad: —Si, respecto a eso. Yo tengo algo que contarte… Pero tengo una reunión con un cliente ahorita, ¿te parece si hablamos del tema cuando se acabe la reunión?

—Eh, si dale, no te preocupes. ¿Es algo grave lo que sabes? —Quedó intrigado el castaño. 

—Hablamos en un rato, ¿si? 

Sin más que hacer, Diego se dispuso a esperar. Luisa recogió los documentos y salió hacia la sala de juntas, no sin antes compartir un breve y tierno instante con el castaño. 

 En otra parte de la ciudad, la situación no era tan agradable. El pastor Ramiro golpeaba impaciente la puerta del baño. Hacía ya bastante tiempo que Magdalena llevaba encerrada y no se pronunciaba.

 Adela llegó apresurada con el juego de llaves. Se hizo bolas encontrando la correcta por el desespero en el que estaba. Hasta que por fin halló la indicada. Giro la perilla y abrió la puerta rápidamente . 

Lo que temían, fue precisamente lo que encontraron. Gritaron de angustia al ver el río de sangre que corría de las muñecas de la morena, quien yacía inconsciente en el suelo. 

 Ramiro, desesperado tomó a su hija, advirtió que estaba viva y se levantó con ella en brazos para salir corriendo a un hospital. Su mujer lo acompañaba envuelta en un llanto angustioso. 

 La vida de Magdalena poco a poco se apagaba. 

Pasamos de una escena de amor a una de tragedia.

¿Qué pasará con Magdalena?

Continúen con el siguiente capítulo.

El amor es más fuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora