Capítulo 56: Segundas oportunidades

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Entre más pasaba el tiempo, más problemática se tornaba la relación entre Magdalena y Felipe. Terminaban en peleas sin motivo alguno. Todo era un reflejo del dolor y de las inseguridades que ambos tenían, y que no se dieron tiempo de curar.

 Aunque suene fuerte decirlo, Magdalena mendigaba amor. Demandaba del rubio un cariño que él no podía darle. Sus traumas por causa de la violación aún no estaban del todo superados, y ello se vió reflejado en el noviazgo. Tanto era el choque emocional de la morena que llegó a pensar que Felipe no la amaba por haber sido violada, ésto la hacía caer en depresión. Se sentía avergonzada.

 Por su lado, el rubio tenía a Isabela Sandoval atravesada en sus pensamientos. Comenzó a compararla con Magdalena, y quiso vivir lo mismo que vivió con Isabela. Pero no compartían lo mismo, la morena era todo lo opuesto. Era una relación dañina, se lastimaban el uno al otro.

 Ya iban a ser dos meses desde que Isabela se había ido para Medellin. Ese día Felipe abrió su local muy de mañana. Su negocio contaba ya con gran reconocimiento en el sector de la ciudad donde estaba, aquello era una buena noticia y una motivación para el joven.

 Contaba con la ayuda de cuatro empleados más, dos amigos de la escuela de pastelería que le ayudaban con la preparación de los productos, y otros dos muchachos encargados de la atención al público.

 Felipe estaba en la cocina, cuando uno de los trabajadores entró para dar una razón. Alguien había llegado preguntando por el rubio. Inquietado, el joven salió de inmediato.

 —Buenas tar… —quedó en shock al ver a Isabela frente a él.

—Me dijeron que esta era una de las mejores pastelerías de la ciudad —dijo la joven con una sonrisa.

—Isabela —sonrió, pero recordó lo sucedido y la sonrisa se borró de su rostro —  ¿Qué hace aquí? 

—Tenía que hacer unas cosas en Bogota y aproveche para venir a visitarlo… ¿Podemos hablar?

—Vale —dijo Felipe, luego de un momento de reflexión. Volver a verla le revolvía pensamientos y emociones.

 Ocuparon una de las mesas del negocio. 

—Yo pensé que al regresar a mi vida en Medellín todo iba ser como antes —expusó Isabela —Pero, no fue así. Me di cuenta que haber venido a Bogotá y conocerlo a usted me había cambiado. Quiero agradecerle. Gracias a lo que viví con usted, pude ver todo lo que estaba mal en mi vida.

—Que bueno, me alegra escuchar eso.

—Pipe… —se le aguaron los ojos — Yo creí que usted era solo un capricho, una relación más. Pero de nuevo, estaba equivocada. Usted representa mucho más. Pipe, yo me enamore de usted.

—Isabela, no haga esto por favor —estaba prevenido, no quería más sufrimientos.

—Yo sé. Yo le hice mucho daño —lo tomó de las manos —. Pero me di cuenta de que no quiero vivir sin usted. Démonos una segunda oportunidad, yo sé que puede funcionar.

 El rubio no pudo contener las lágrimas. Conmovió a Isabela y ella terminó llorando también. Felipe tenía la cabeza alborotada. Por un lado, se derretía de amor por la joven y quería decirle que sí. Por el otro, tenía una relación con Magdalena, y no era capaz de hacerle daño a ella.

—No podemos —dijo al fin el rubio —. Yo...ya estoy en una relación… Con Magdalena.

—Ya —la noticia le estrujó el corazón.

—Quiero darme una oportunidad con ella. Además, con ella puede que funcione, estamos conociéndonos mejor —por alguna razón sabía que sus palabras no eran tan ciertas. La relación con Magdalena no estaba bien. Lo que quería en verdad era evitar dolores, tanto a él como a la morena.

—Está bien... me alegro por ustedes, y lo dijo en serio —habló con la verdad y con resignación. Aún así, el llanto fue imposible de contener —. Magdalena siempre lo quiso, y se merece ser feliz. Yo fui una tonta que no lo supo valorar. De todo corazón les deseo lo mejor. Cuando hable con Magdalena, dígale que está con el mejor hombre del mundo. Que sean muy felices… Adiós, Pipe.

 Se levantó de la mesa. Salió hecha un mar de lágrimas. Aunque se había preparado para recibir un no como respuesta, la tristeza se apoderó de ella. La situación del rubio no era mejor, tantos sentimientos encontrados, tantos recuerdos que llegaban. ¿Qué hacer? todo le pareció confuso y doloroso. 

 El rubio vio desde la mesa como Isabela desaparecía de su vista. No quería que ese fuera su adiós; pero meditó, y pensó que tal vez era lo mejor. Debía dejarla ir, esta vez para siempre.

En cambio, las circunstancias con Argemiro Jimenez y Cleotilde Valbuena eran diferentes. Los padres de Luisa y Felipe, decidieron darse una nueva oportunidad. Comenzaron a asistir a un curso de la iglesia para parejas, y tuvieron el acompañamiento de pastores y consejeros espirituales.

 Argemiro recuperaba todo lo que por error había perdido. Su fe, su devoción, su amor era mucho más grande. El hombre estaba conociendo a un Dios que restaura y que perdona no importando que tan grande haya sido la caída. No podía sentirse más agradecido.

Por su lado, Cleotilde aprendió lo que era la gracia. Perdonar y dar segundas oportunidades. Una profunda relación con Dios fue necesaria para dejar el rencor a un lado. 

 Después de todo, valió más todos los años de matrimonio y todos los momentos felices que habían vivido juntos. Recordaron los años en que empezaron en el evangelio, y como en ese tiempo también habían superado las crisis e infidelidades. Dios los había unido con un propósito, y aunque hubo un desvió, estaba la opción de retomar el camino y avanzar juntos hacia la meta.

El amor es más fuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora