Capítulo 42: Abrir el corazón

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Hasta pasadas las 10 de la mañana Diego llegó a Atiko. Se había bañado y cambiado, pero aún quedaban  algunos rastros de la noche anterior. 

—Hola, perdón la tardanza —saludó a la rubia con un tono agitado, luego se sentó en su puesto y pudo tomar aire. Al regresar sus ojos a Luisa, se encontró con una mirada de desilusión que lo dejó frío —. ¿Qué pasa?

 La rubia no dijo nada. Se levantó de la silla, enojada hasta no poder más. Diego supo entonces que se había enterado de sus andanzas. Tomó aire y salió para explicar la situación.

 Halló a Luisa en la terraza, con los ojos puestos en el horizonte.

—Sé que… Sé que no estuvo bien lo que hice. Quisiera que me dejaras explicarte —dijo avergonzado.

—Habla —Fue lo único que la rabia le permitió decir.

—Yo no quería. Yo le insistí a Andrés, le dije que yo ya no me divertía de esa forma; pero él siguió molestando…

— ¿Y por qué no te fuiste? —lo interrumpió.

—Iba a hacerlo, pero llegó más gente y comenzaron a decirme que me quedara, que hace rato no compartiamos…

—Claro y tú como buen amigo decidiste quedarte a celebrar el reencuentro —lo interrumpió de nuevo.

—No —se sintió incomprendido. Tomó un momento para analizar lo que debía decir —. Ayer no fue un buen día para mí. Tenía muchas cosas en mi cabeza, estaba cansado, aburrido, molesto.

— ¿Y por qué no me dijiste nada? ¿Preferiste desahogarte con tus amigos y no conmigo? ¿Esa es la confianza que tenemos? 

—No es eso. Simplemente que es algo muy delicado y no quería involucrarte o, no sé porque no te conté... Cuando estoy mal me aislo, me guardó todo, pero no es que no confié en tí… Y yo no planeé encontrarme con ellos anoche, se suponía que íbamos a hablar, solamente a hablar, Andrés y yo. 

— ¿Y con Andrés si podías hablar?

—Él me llamó, me dijo que nos viéramos para distraernos un rato. Yo en ningún momento pensé en contarle a él, solo que nos vimos y, pues él es mi amigo de toda la vida, termine diciéndole lo que me pasa. 

 El ambiente estaba tenso. Guardaron silencio por un corto lapso de tiempo, cada uno con las emociones enfrentadas. Diego continuó hablando:

 —Y no te lo voy a negar. Yo  me deje llevar por el momento. Necesitaba hacerlo —comenzó a llorar de la impotencia —. Necesitaba olvidarme por un instante de esta vida tan miserable que he tenido. No quería saber de nada ni de nadie.

— ¿Cual vida miserable?, María Paula tiene razón.

— ¿Qué tiene que ver Maria Paula aquí?

—Ella vino esta mañana, ella fue la que me mostró lo de la fiesta. Y me dijo un poco de cosas que, sinceramente, estoy empezando a creer. 

— ¡Dios mío, no puedo creerlo! —comenzó a elevar la voz —, y no se te ocurrió pensar que todo lo que dijo fue para hacernos pelear, cosa que precisamente está pasando. 

—Puede ser, si. Pero sabes, Andrés no te obligo a consumir drogas, tú tenías la opción de irte y no lo hiciste. 

— ¡Ya te dije que estaba mal!. Tú no sabes lo que mis papás me hicieron. 

—Diego, deja de culpar a los demás por tus decisiones. Sí, no sé lo que está pasando, y podrá ser muy grave o que se yo. La cuestión es que tú dejas que el dolor te controle y por eso es que cedes ante la tentación. Quieres escapar de tus problemas en lugar de enfrentarlos. 

—Me estás juzgando sin saber lo que pasa —El castaño creía tener la razón. 

—No te estoy juzgando, Diego —dijo, con un tono que dejó al descubierto lo cansada que estaba de la discusión —. Aquí el problema no es que hayas caído, sino que te justifiques en tus problemas para decir que por eso caíste. Entonces cada vez que venga un problema vuelves a caer porque estás mal y quieres olvidarte de todo. 

— Luisa, ya deja el drama —No recibía las palabras. 

— ¿Cuál drama?... Diego, tenemos a Dios, la idea es que cuando vengan los problemas lo busquemos a él. Y… ¿Dónde quedo yo?, si no puedes contar conmigo para cuando estés mal entonces, ¿qué sentido tiene ser pareja? 

—Estamos volviendo a lo mismo. Ya te dije que yo me guardo las cosas… perdón, tienes razón, debí contarte lo que me pasa.

—No es así, Diego, no es así… Lo que pasa es que… —Aparecieron las lágrimas —. Tengo miedo de a dónde va a parar esta relación. Creí que había confianza, que estábamos en el mismo camino; pero veo que mientras yo avanzo tu vuelves atrás. Deberíamos ver si queremos lo mismo. 

— ¿De qué estás hablando?, estás mezclando las cosas de una manera muy absurda —se molestó por la actitud de la rubia. 

—No es así. Diego yo soy una persona con principios muy claros y… Tal vez, este sea un llamado de atención de Dios, nos está diciendo que antes de empezar nuestra relación debíamos solucionar cualquier asunto que fuera a lastimarnos, estar sanos emocionalmente antes de comenzar un noviazgo. 

— ¿Qué? ¿Eso lo estás diciendo por mi, supongo? —Su molestia se incrementó —. Según tú, yo soy un inmaduro que tiene que cambiar para que tú no sufras. No puedo creerlo, todo este show por una pinche fiesta en la que estuve. 

—Diego, yo lo único que quiero es ayudarte… —Sintió una dura punzada en el corazón. 

—Pues gracias por la forma en que me ayudas… —dijo sarcástico. Ya no estaba en sus cabales —… Tú no sabes lo que está pasando en mi familia. 

— ¡Pues dime que es lo que está pasando! —gritó, impaciente. 

— ¡Para que me sigas juzgando! ¡Sabes que mejor me voy! —se desesperó tanto que salió de allí. 

— ¿A dónde vas? ¡Ese es tu problema, siempre huyes! 

 Luisa quedó sola. Destruida por dentro. El dolor se materializó en llanto. Tenía rabia, tristeza, desilusión. Todo al mismo tiempo. ¿Qué pasaría ahora en su relación con Diego?. Toda aquella historia de fantasía que se había imaginado la vio esfumarse  en segundos. 

Duro.

¿A quién le dan la razón en este caso?

¿Qué pasará ahora con Diego y Luisa?

El amor es más fuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora