Capítulo 41: La tentación

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De lejos se notaba la indisposición de Diego. Durante todo el día estuvo ensimismado, carcomida su cabeza por todo tipo de pensamientos. 

 Fue a la cita con Esteban/Juan Camilo, pero por alguna razón desconocida el joven nunca apareció. Diego necesitaba respuestas, y en verdad se estaba dejando llevar por la situación. 

 El celular sonó, el castaño se apresuró a contestar pensando que se trataba de Esteban/Juan Camilo.

—Diego, parce, ¿Por qué tan perdido? —dijo Andrés Castiblanco al otro lado de la línea. 

— ¿Qué más, Andrés?, Bien —respondió con el ánimo apagado. 

—Lo dice con una felicidad, que hasta aquí me llegó esa alegría —expresó, sarcástico. 

—Bueno, pues, realmente, no estoy bien.

— ¿Y eso?...  espere —Andrés reflexionó por un momento —. Mejor veámonos y me cuenta, y de paso nos divertimos un rato. Usted sabe que yo soy bueno para ayudar a curar las penas.

—Usted sabe que a mí ya no me gusta esa clase de diversión. 

— ¿Qué clase de diversión?, ¿acaso yo que he dicho?. Simplemente le estoy diciendo que venga, aquí miramos que hacemos. 

—No sé —El castaño no tenía ganas de nada. 

—Diego. Venga, llevo insistiendole resto para que hagamos plan. Por nuestra amistad, porque somos casi hermanos —El pelinegro continuó persuadiendo.

—Está bien. Cuando salga de trabajar voy para allá. 

— ¡Eso!, aquí lo espero, no me vaya a faltonear.

 Andrés terminó la llamada e inmediatamente se comunicó con su hermana. El plan para hacer caer a Diego comenzaba a dar frutos. 

— ¿Qué más? Diego viene al apartamento esta noche, es hoy o quien sabe cuando. 

—Pues casi no —dijo María Paula con su acostumbrada petulancia. 

—Usted sabe que Diego está todo santurrón últimamente, hoy yo no sé qué tiene que esta cómo aburrido. Se pelearia con la noviecita. 

—Pues si es así mucho mejor, será más fácil hacer que terminen. Me está avisando como van las cosas con Diego. 

— ¿Y Luisa? 

—Yo me encargo de ella, usted haga lo que tiene que hacer. 

 Diego no veía la hora de salir del trabajo. Un día para nada productivo, sus pensamientos haciendo desastres. 

 Se despidió de Luisa con una apatía impresionante. La rubia quedó desconcertada con la actitud del joven. 

Minutos después, el castaño se hallaba sentado conversando con Andrés. Contándole lo que le pasaba. 

— ¿Usted cree que eso es verdad? —preguntó el pelinegro. 

—Es lo más probable. —No pudo evitar llorar de la rabia —. Yo con Gonzalo nunca me he llevado bien. Siempre me vi como su esclavo y no como su hijo. Y ahora resulta que en verdad así era. Era su esclavo.

—Eso sí está fuerte. ¿Y su mamá?

—Eso es lo que me pregunto, mi mamá se lleva a las patadas con mi… con Gonzalo. ¿Por qué accedió a esa farsa? ¿Por qué me hizo creer que ese man era mi papá? 

—Parce, usted sabe que cuenta conmigo pa' lo que necesite. —Andrés buscando ser comprensivo, o más bien, tomando el papel de tentador —. Y si quiere… Hay una manera de desconectarse de la realidad. 

El amor es más fuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora