Capítulo 20: Esclavos de la noche

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La música sonaba a todo volumen, el bar estaba a reventar de personas, y las luces bajas convertían el lugar en un ambiente apropiado para entregarse por completo al deleite del cuerpo. La gente bailaba extasiada, algunos demasiado perdidos por la cantidad de alcohol o drogas que habían consumido. Isabela Sandoval y Andrés Castiblanco se encontraban entre los que disfrutaban de la rumba. 

— ¿Quieres otro trago? —el pelinegro tuvo que alzar la voz por causa de la música.

— ¿Cómo? —de nada sirvió. Isabela continuó bailando. 

— ¿Qué sí quieres otro trago? —le habló al oído. 

Isabela asintió con la cabeza. Se dieron maña para atravesar el río de personas hasta llegar a la barra. Pidieron un whisky para cada uno. 

— ¿Y en Medellín que tal son las rumbas? —preguntó Andrés. Tuvo que continuar con el tono elevado de la voz. 

—Son lo mejor. Yo salía todos los viernes y me metía, ¡unas borracheras¡. Nos enfiestabamos como hasta las cinco de la mañana... —se detuvo para recibir los whiskys —...Una vez terminamos en la casa de un man que ni idea quien era, ¡y ni idea como llegamos allá! 

— ¡No inventes!

—Enserio. Cuando me desperté fue como: Parce, ¿Donde estoy? ¿Qué hago aquí? —Isabela contó la historia como si fuera un gran triunfo —Habíamos como diez personas, yo iba con dos amigas de la especialización, y todas estábamos super pérdidas. Luego el man de la casa se despertó y nos invitó a desayunar. 

— ¡ah!, Pero bueno, el tipo buena gente. 

— Sí. Después de ese día nos volvimos reparceros. 

— ¡Qué nota! —Andrés tomó un sorbo de Whisky —. Yo me tengo que pegar una escapada a Medellín para ir a una fiesta de esas. 

—De una. Cuando vayas nos vemos. 

—Sí, y nos volvemos locos… Además, yo estoy con ganas de una nena de allá, esas paisas son deliciosas. 

— ¡Andrés!, Tú no cambias —se echaron a reír —. Un día de estos vas a terminar metido en un problema grave con alguna vieja. 

—No creo —dijo él, estaba demasiado confiado —. Además, ¿para qué crees que está la plata?. Si me demandan, se soborna al juez, o se hace algo. 

 Rieron a carcajadas. Isabela le reclamó indignada al muchacho por su comentario, aunque lo hizo en forma de juego.

 El joven cambió de tema. Comenzó a lanzar frases para seducir a la muchacha. Ella no se mostró indiferente, por el contrario, decidió seguirle la idea y actuar de manera coqueta.

 La conversación cumplió con su labor. Los jóvenes salieron del bar directo al apartamento de Andrés. Nadie podía frenarlos, estaban dispuestos a consumar sus deseos. 

 No perdieron el tiempo, antes de entrar al apartamento ya se estaban besando de forma apasionada. Siguieron así hasta llegar a la habitación. Se deshacían de la ropa, se manoseaban, se besaban. 

—Espera —Andrés se detuvo. Sacó el celular de su bolsillo y se dirigió hacia un pequeño armario. 

— ¿Qué haces? 

—Me gusta tener recuerdos —respondió él mientras colocaba el aparato en el armario y ponía a grabar un video. 

— ¿Nos vas a grabar?.... ¡Que asco!, no me gustaría ver la galería de tu celular. 

— No vinimos a hablar de mi celular, ¿o si? —el pelinegro llegó hasta la cama. 

—No, no vinimos a hablar —dijo Isabela. 

 Volvieron a entregarse a la pasión.   

 Si Diego nunca se había sentido parte de la familia Sandoval, con lo que estaba por ocurrir comenzarían a llegar un sin número de preguntas que trastornarían la mente del castaño y le harían dudar acerca de todo lo que conocía. 

 Él se hallaba tranquilo en su habitación, pensando en su relación con María Paula, cuando de repente un extraño mensaje le llegó por el chat privado de Instagram. 

*Desconocido:
Tenga cuidado muchacho. Sus padres le han estado mintiendo.

 Diego quedó desconcertado. Revisó el perfil del que le había enviado el mensaje, pero encontró que era un perfil recién creado, sin fotos ni un nombre real, nada que revelará de quien se trataba. 

*Diego:
¿Quién es usted? 

Esperó por un momento y llegó la respuesta. 

*Desconocido:
Toda su vida ha sido una mentira, Diego Sandoval. 

*Diego:
¿Quién habla? ¿De dónde me conoce? 

*Desconocido:
Le han ocultado la verdad sobre su origen. 

Con cada mensaje el castaño se confundía más. 

*Diego:
Muy chistoso. Buena broma

No se atrevía a creer que fuera algo real. 

*Desconocido:
No estoy bromeando.
Llegó el tiempo de sacar a la luz los secretos del pasado. 

*Diego:
¿Cuáles secretos? ¿De qué está hablando? 

No hubo mensaje de respuesta. La desesperación de Diego apoderándose de él. 

*Diego:
¿Con quién habló? ¿Por qué me está diciendo todo esto?

Seguían sin responder.

*Desconocido:
Esté atento. Volveré a comunicarme. 

 La respuesta logró tranquilizar un poco al castaño. No lo habían ignorado. 

*Diego:
¿Cómo así que se va a comunicar? Dígame lo que quiera decirme, YA.

*Desconocido:
Este atento. 

*Diego:
Espere. Respóndame. ¿Qué es lo que sabe de mi familia?

No hubo más mensajes. El desconocido salió del chat. 

 Diego se levantó de la cama. Se desplazó por toda la habitación con una angustia indeseable. 

¿Sería cierto? ¿Cuál era la verdad sobre su historia? ¿Quién era él en verdad?. Multitud de ideas se cruzaron por su cabeza: que sus padres no eran sus padres, que había sido adoptado. Pensó incluso que lo habían robado.

 La ansiedad lo dominaba. Necesitaba calmarla. Se acercó al armario. Se apresuró a abrirlo y buscó algo de forma desesperado: Una pequeña bolsita con una dosis de cocaina. Ya se había acostumbrado a la mariguana y quería experimentar algo nuevo, Andrés Castiblanco le proveyó de la nueva droga. 

 Fue hasta la mesa, puso el polvo blanco sobre ella, y sin pensarlo dos veces, lo inhaló. 

 En ese momento, más que nunca, quería evadir aquella triste, y ahora confusa realidad. La sustancia apaciguó su ansiedad, se sentó en el suelo y recostó su cabeza sobre la cama. Quedó con la mirada puesta en el techo. 

 Él tan solo quería escapar, así fuera por un instante, y sin advertir que ya era un esclavo de las drogas. La vida le parecía una completa desgracia. 

Hola.

Comenten que tal les pareció este capítulo.

Nos vemos.

El amor es más fuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora