𝐊𝐀𝐓𝐒𝐔𝐊𝐈 𝐁𝐀𝐊𝐔𝐆𝐎

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Observé cómo Bakugo, que había aparecido de repente, recorría el espacio con sus andares de orgullo para recoger de la alacena un pote de salsa picante. Su rostro lucía concentrado —y enojado, aunque aquello era normal—. Sero apareció detrás de él con un rostro del todo confundido y Kirishima daba vueltas por el salón rápidamente, aunque no lucía alterado. Aquellos dos, y también Denki, eran los únicos que podían revolotear como pequeñas mariposas alrededor del rubio cenizo sin terminar carbonizados. Sus actitudes carismáticas y revoltosas los diferenciaban del resto del gentío, definitivamente no se parecían nada a la escuadra de Deku.
Desvié mis ojos luego de varios segundos estancada frente al refrigerador y desenvolví el contenedor del Yakisoba, no tenía demasiadas ganas de calentarlo por lo que me conformé con degustarlo a temperatura ambiente. ¿Dónde había dejado mis palillos?

—¡Maldita sea! —gruñó el cenizo. Mis ojos por instinto se dirigieron hacia su figura voluptuosa.

—¿Qué ocurre? —preguntó Kirishima extrañado. Desde el salón observaba la escena con ojos curiosos.

—No queda casi nada de salsa —rezongó.

¿Por ello había gritado de tal forma?
Quise negar levemente con la cabeza, pero estaba demasiado cerca de ellos, seguramente se iban a dar cuenta y no tenía ganas de discutir con Bakugo. Odiaba el bullicio, odiaba que fuera de esa forma, sabía perfectamente que un par de ángeles con las alas plegadas llamarían menos la atención que él.

Me alejé de la cocina en cuanto empecé a oír una cadena interminable de palabras que viajaban desde la mesada marmolada hasta los sillones verdosos del recibidor. Hoy no era mi día. Me percaté de que los ventanales de la residencia en la que nos hospedábamos estaban cerrados de par en par, pero era entendible, afuera la lluvia golpeaba con furia la techumbre e inundaba el césped creando masas de barro que seguro más de uno se iba a llevar por delante. Supe que la paz había reinado cuando el pitido de mis oídos fue más fuerte que los rezongueos de fondo; me fui a paso calmado hacia la parte trasera del recibidor que estaba conformada por varias hileras de pasillos que conducían a todo tipo de habitaciones —no los dormitorios—. Busqué con la mirada el cartel que Mina había dibujado a mano y sonreí cuando por fin lo encontré. En una cartulina de color rosa chicle estaba escrita la palabra "Heroínas", ni siquiera sabía por qué había elegido aquella palabra, pero yo no era una persona de cuestionar las acciones de los demás. Si a Mina le gustaba, por mi bien.

—¡Raiden-chan! —exclamó Uraraka al verme.

Un vistazo rápido al panorama me bastó para darme cuenta de que tanto Yuki como Yaoyorozu no estaban allí.

—¿Lo van a hacer? —dije yo.

—Se han puesto en marcha —contestó Mina.

—Vaya, vaya.

𝐋𝐄𝐌𝐎𝐍𝐀𝐃𝐄 | 𝐛𝐨𝐤𝐮 𝐧𝐨 𝐡𝐞𝐫𝐨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora