𝐊𝐀𝐓𝐒𝐔𝐊𝐈 𝐁𝐀𝐊𝐔𝐆𝐎

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𝓢u silueta era pequeña, definida por trazo suave que invita recorrer cada elevación o depresión en sus caderas. Pero todo su cuerpo poseía caminos que me permitía recorrer, aunque solo me concentré en las curvas de sus labios. Se veían húmedos mientras estaban medio abiertos. Ella conectó su mirada con la mía y, al darse cuenta de que la observaba con atención, sonrió para luego seguir hablando con sus amigas. El hecho de que supiera que estaba encantado viéndola en un ámbito cotidiano, me cohibió.

Sacudí la cabeza con lentitud y me fijé en Kirishima. Hablaba con Sero y Kaminari sin darse cuenta de que a su costado pensé que me estaba fallando el corazón. Lo de las licencias provisionales, motivo de charla recurrente, pasaba a segundo plano cuando Thyra estaba presente.

—¿No crees que quieran venir todos contra nosotros?

—No lo sé, hombre, hasta no estar ahí no podemos asegurar nada.

—¿Tú que piensas, Bakugo?

Los tres se giraron a verme, atentos a lo que podría decir, pero me dediqué a formar una mueca de disgusto. Ese descontento no era porque me molestara que ellos me unieran a la conversación. De algún modo u otro, incluso en medio del silencio, iba a afligirme tarde o temprano.

—Me da igual que vengan todos. Los mataré.

—Debí suponer que dirías algo así —contestó Kirishima, sonriente.

—Entonces ¿para qué preguntas, pelo raro? —gruñí.

Los demás rieron. Era imposible enfocarme en otra cosa. Odiaba el hecho de que aseguré durante años que no me importaba en lo más mínimo el encanto natural que una mujer podría poseer, pero estaba siendo torturado por imágenes de situaciones que nunca habíamos experimentado. Solo ella había sido capaz de atravesar un muro que pensé que era inaccesible para todos. Y no lo hizo partiéndolo al medio, ni creando un estruendo molesto. Lo hizo de la manera más dulce posible.

—¿No tienen hambre? —preguntó Sero al aire, esperando respuesta de cualquiera de nosotros.

Apreté los dientes y me concentré en lo que hablaban. Estupideces. Kirishima señaló con la barbilla algo a su espalda, pero no supe qué.

—Yo sí.

Los demás, sorprendidos, se pusieron de pie y me siguieron por detrás cuando me encaminé hacia la cocina en busca de algún refresco. Abrí el refrigerador, repasé las opciones y tomé una lata al azar sin pensarlo más de dos veces. Luego descubrí que también me molestaba el hecho de que Kirishima actuaba como si supiera que algo estaba ocurriéndome.

—¿Y a ti que te pasa? —pregunté, mirándolo. Mis dedos se congelaron al agarrar la lata y un escalofrío recorrió mi cuerpo al dar el primer sorbo. Las bebidas gasificadas ocasionaban dolor después de no ingerirlas durante un buen tiempo.

—Estaba recordando algo que me dijiste hace unos días.

—¿Uh?

—¿Al final se lo dijiste?

Gruñí al saber a lo que se refería.

—Se me da mal... No le dije nada.

Sacudió la cabeza.

𝐋𝐄𝐌𝐎𝐍𝐀𝐃𝐄 | 𝐛𝐨𝐤𝐮 𝐧𝐨 𝐡𝐞𝐫𝐨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora